Columnas

El señor de los quesos

Sin temor a exagerar, lo que han hecho Jaime Nebot y Guillermo Lasso es darnos un estupendo regalo: la posibilidad de salir del tóxico estatismo en el que un enfermo de odio y frustraciones sumió al país.

Que si las viejas rencillas, las antiguas disputas o las antipatías; empeñados en buscarle las costuras a la alianza CREO-PSC. En un país que rechaza las ideologías y se ufana de una pragmática visión que concibe la producción, el trabajo y la atracción de la inversión extranjera como las únicas formas de crear prosperidad, resulta absurdo que nos encontremos dedicados a destruir, no a construir. Es precisamente esa visión compartida por ambos líderes políticos la que permite la alianza.

Sin temor a exagerar, lo que han hecho Jaime Nebot y Guillermo Lasso es darnos un estupendo regalo: la posibilidad de salir del tóxico estatismo en el que un enfermo de odio y frustraciones (en el fondo, solo un avivato con desmesurado amor por el dinero) sumió al país.

Retomar el sueño de un Ecuador productivo en un marco de plenas libertades individuales no es poca cosa. ¿O ya olvidamos la década de saqueo, inseguridad y sicariato gracias a la entrega del suelo patrio al narcotráfico?

La bloguera cubana Yoani Sánchez narraba hace días cómo un campesino dueño de unas cuantas vacas comenzó a elaborar quesos. (El queso, fuente básica de proteínas, es un artículo casi desconocido en la Cuba de hoy). No contento con lograr la producción de una excelente calidad y cantidad de quesos, creó los mecanismos de comercialización ofreciendo el producto en restaurantes italianos y lugares turísticos. Comenzó a prosperar de lo lindo. Pero solo hasta que el gobierno se enteró y lo apresó por… capitalista exitoso. Vaya crimen.

No hay duda: la iniciativa privada es lo que mueve el mundo. Y eso es lo que Nebot y Lasso desean para el país. Millones de emprendedores como el señor de los quesos, que vivan de su esfuerzo y no de “papá Estado”. Pero dejémonos de vainas: en Cuba los apresan. Aquí la robolución nos saldría con el cuento de que “el queso ya es de todos” y -como ya hicieron- se lo llevarían enterito. Con tierra y vacas. Y no precisamente los ratones, sino las ratas. Así que apoyar la alianza es cambiar el destino del país. Volver al Ecuador de antes. El que nunca debimos perder.