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Lugar del encuentro, el de siempre

Avatar del Roberto Aguilar

"Da grima imaginar al futuro ministro de Gobierno, César Monge, parchando y desparchando acuerdos legislativos inverosímiles cuyos términos son, casi siempre, inconfesables"

¿De qué hablan los partidos cuando hablan entre ellos? ¿Qué ponen sobre la mesa cuando se sientan a negociar la configuración de la nueva Asamblea? Si se plantea esta pregunta a los legisladores electos que recorren las tertulias de radio y televisión, las palabras “acuerdos programáticos” acuden con facilidad a sus bocas. “Agendas legislativas mínimas”, dicen, para “garantizar la gobernabilidad” y “darle viabilidad al plan de gobierno”. Frases intercambiables y huecas. Tan huecas que podrán llenarse de cualquier manera cuando alguno de esos acuerdos termine por cuajar; tan, pero tan huecas, que entre los aspirantes a presidir la Asamblea hay uno, el socialcristiano Henry Kronfle, que se pasea de un medio de comunicación a otro hablando de “semillas gratuitas de alto rendimiento y pajuelas de alta calidad”, como si el Legislativo fuera Ministerio de Agricultura, y en todos lados ofrece diseñar “agendas provinciales”, como si fuera subsecretaría de Obras Públicas. El caso es que los partidos llevan semanas negociando unos con otros y no sabemos qué ni por cuánto.

Resulta impopular decirlo, ahora que el gobierno saliente está tan devaluado y se ha puesto de moda culpar a María Paula Romo de todos los males de la patria, pero es verdad: el único acuerdo de gobierno que se ha producido en este país sobre la base de una agenda legislativa de consenso, que se manejó con un mínimo de transparencia y fue firmado sobre una mesa y no debajo de ella, es el que la exministra de Gobierno de Lenín Moreno logró establecer entre CREO y el oficialismo. Otra cosa es que no hubiera materia prima política (y quizás gris) para hacerlo funcionar: el tal bloque oficialista era la manga de mediocres y oportunistas que se podía esperar de una lista armada por el correísmo; y CREO, una bancada errática que adolecía del mismo mal que parece aquejar a la recién electa: falta de dirección política (la que impartía Guillermo Lasso por WhatsApp era un desastre y no hizo otra cosa que minarla desde el primer día hasta el último). Pero el acuerdo, como tal, tenía lo que no es costumbre: claridad, pues sus términos estaban detallados por escrito; y transparencia, pues ese documento era público.

En las negociaciones de estos días no parece haber nada parecido. Quienes hablan de “acuerdos programáticos” ya explicarán de qué manera se aplican estas palabras a aquellos partidos a los que tanto da pactar con CREO como con el correísmo y están dispuestos a hacerlo con el que ofrezca mejores (y mientras mejores, cabe suponer, más escondidas) condiciones. Si de tales acuerdos han de desprenderse las agendas legislativas, habrá que esperar más de lo mismo para los próximos cuatro años. Y más de lo mismo, considerando la Asamblea saliente, es más de lo peor.

Da grima imaginar al futuro ministro de Gobierno César Monge (porque en el oficialismo no parece haber otro, no ciertamente aquel desconocidísimo Juan Fernando Flores al que se dice que ofrecieron la jefatura del bloque) parchando y desparchando acuerdos inverosímiles con unos y otros, acuerdos que durarán lo que tarde en llegar el primer proyecto de ley importante a la Asamblea. ¿De qué hablan los partidos cuando hablan entre ellos? De cosas inconfesables, en su mayoría. También en el Ecuador del encuentro, los partidos políticos se encuentran donde siempre: bajo la mesa.