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El Isspol tiene un spa en Miami

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Quizás ha llegado el momento para que Serrano y Christiansen se manden a mudar para Caracas

Esta semana reapareció José Serrano, el hombre al que todos temieron durante 14 años. El hombre que, siendo presidente de la Asamblea Nacional, conspiró con un prófugo de la justicia (el excontralor Carlos Pólit) para tumbar al fiscal general del Estado; y aun así conservó su escaño mientras otros legisladores perdían el suyo por chanchullos menores. El hombre que, en 2014, declaró la lucha contra el microtráfico como prioridad máxima de la política antidrogas del Estado ecuatoriano y puso a la Policía a cazar pobres diablos en el barrio Garay de Guayaquil, exactamente tres meses después de que un informe de Inteligencia le alertara de la presencia de bandas armadas al servicio del cartel de Sinaloa operando en la provincia de Esmeraldas. El hombre que celebró en Manta el millonario matrimonio del hijo del narcotraficante venezolano Roberto Rincón... En fin, ese José Serrano, el de toda la vida.

Convenientemente instalado en Estados Unidos ahora que perdió la inmunidad parlamentaria y el favor de un gobierno de cuyos miembros sabía demasiado, reapareció revestido de toda la autoridad moral que su pasado le confiere. Se presentó por vía telemática ante la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional para embarrar a María Paula Romo, la denunciante del caso Isspol, en el caso Isspol. Confusamente le endilgó la responsabilidad de la renegociación de la deuda externa efectuada en 2020 y de los perjuicios que dicha operación acarreó sobre los bonos del Isspol. Como si esa renegociación la hubiera decidido ella y no el ministro de Finanzas Richard Martínez; más aún: como si al Isspol le hubiera quedado un puñetero bono de deuda externa luego del saqueo perpetrado en sus fondos por Jorge Chérrez, a quien condecoró Serrano y cuya amistad ha negado tres veces. Una acusación más bien absurda con la cual obtuvo, sin embargo, una colección de vistosos titulares que los medios correístas se apresuraron a difundir a todo trapo por las redes sociales y que colocaron a María Paula en el centro del caso que ella misma denunció.

Hasta ahí todo iba bien para José Serrano. En eso le mostraron el cheque. Los 230 mil dólares que Chérrez entregó a María Paula Christiansen, amiga de Serrano (cercana, muy cercana, dicen quienes los conocen), y su coordinadora administrativa en el Ministerio de Gobierno, donde al parecer hizo tan buenos negocios bajo su protección que hoy es prófuga de la Justicia ecuatoriana. Vive en Miami, vaya coincidencia, donde es propietaria de un spa tan bien puesto que hasta le hacen reportajes. 230 mil dólares. Motivo del desembolso: Contrato Spa Store, dice de puño y letra de Chérrez.

Y aquí viene lo gracioso: ya que Serrano lleva 14 años tomándonos por imbéciles, cree que en esta ocasión también la tiene fácil. Jura que el cheque no demuestra relación alguna entre Chérrez y su amiga. O sea que le dio un cuarto de millón por coincidencia. Servicios profesionales. Suele ocurrir. El cheque, salió al paso Christiansen en un comunicado público, “claramente dice cuál es el asunto del pago”. Y como lo dice, se supone, todo en orden. El hecho es que ese documento fue facilitado a la Asamblea, vía cooperación internacional, por la justicia de Estados Unidos y puede ser un primer indicio de lo que Chérrez hizo con la plata del Isspol. ¿Trabajaron toda su vida los policías para que María Paula Christiansen se monte un spa? Probablemente la justicia estadounidense lo averigüe. Quizás ha llegado el momento para que Serrano y Christiansen se manden a mudar para Caracas.