Arauz propone un pacto de silencio

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Ahora imaginen a este individuo sin escrúpulos en la Presidencia de la República. Tanto Arauz como Celi deben aclarar este asunto.

Lo de Andrés Arauz se puso feo esta semana. No es que no lo fuera antes: con su manifiesta tendencia antidolarización, sus expresos deseos de alcanzar el poder para no soltarlo y sus abiertas amenazas de dejar libres e impunes a los sentenciados por corrupción, lo cual solo se logra tomando por el cogote a la justicia, el delfín y llaverito de Rafael Correa siempre fue feo. Pero esta semana se puso oscuro, chantajista, casi mafioso. Parece incongruente con su personaje pero sí: con esa ensayada vocecita de pitufo en el bosque encantado y esa sonrisilla pazguata de azafato de clase ejecutiva, Andrés Arauz se puso oscuro. Velada, sinuosamente, se dedicó a mandar en público, en su cuenta de Twitter, mensajes cifrados a un receptor secreto. Mensajes que encerraban implícitas amenazas. Un día, un número; probablemente de una cuenta bancaria. Al día siguiente, un código de registro corporativo… Y así, para que entienda el aludido.

Al pelagato Martín Pallares no le costó descubrir, a partir de esos números, a quién se dirigía el candidato correísta: al contralor Pablo Celi. Una vez conocida la víctima, el crimen se revela solo. El país entero recuerda cómo, en el único debate presidencial en que Arauz se atrevió a participar, Juan Fernando Velasco lo puso en evidencia con una acusación que vagamente trató de desmentir el correísta sirviéndose de un certificado de Contraloría que resultó ser trucho. La acusación era de fondo: había un contrato a dedo con sobreprecio (para el festival de teatro de Loja) que el entonces presidente Rafael Correa quería que se firmara a toda costa; pero como el ministro de Cultura, Raúl Vallejo, se negó de plano, Correa se buscó otro que lo hiciera. Ese otro fue Andrés Arauz, que de teatro no entiende nada: asumió el Ministerio de Cultura con la misma soltura de huesos con que habría asumido la Comisión de Energía Atómica si así lo hubiera dispuesto el jefe, e hizo lo que le mandaron. Ese es Arauz: el que hace los trabajos sucios. No es raro que Correa lo quiera de presidente.

Ocurre que la Contraloría auditó el proceso y está a punto de publicar el informe respectivo: uno real, no el trucho que Arauz carga en el bolsillo por si un acaso. Por eso anda publicando numeritos. Numeritos relacionados, se supone, con alguna presunta operación torcida del contralor Pablo Celi. Tuits con los que el candidato correísta le hace saber, en público, que tiene información que le concierne y perjudica. Información que, sin embargo, mantiene en secreto. Se la guarda. ¿Cometió el contralor alguna ilegalidad de la que Andrés Arauz está enterado? Si es así, como parecen indicar esos tuits, ¿por qué no lo denuncia abiertamente? Mejor dicho: ¿a cambio de qué? ¿Qué es esto de publicar numeritos, pistas veladas, mensajes privados? ¿Extorsión? ¿Espera el candidato correísta contar con el silencio de Pablo Celi a cambio del suyo propio? ¿Estamos ante la tácita propuesta de un pacto mafioso a las puertas de las elecciones?

Este parece ser el nivel de descomposición moral más bajo al que ha caído esta campaña. Ni siquiera el uso de pruebas para COVID sin registro sanitario, con las cuales el mismo Arauz pone en riesgo la salud de sus electores, ni siquiera eso es tan canalla. Ahora imaginen a este individuo sin escrúpulos en la Presidencia de la República. Tanto Arauz como Celi deben aclarar este asunto.