Roberto Aguilar: Muentes preso y Nebot, mudo

No, no era una fanfarronada de Muentes: él, efectivamente, hacía y deshacía en el bloque parlamentario socialcristiano
Sólo falta el video de Jaime Nebot, al borde de las lágrimas y hablando como argentino: “Lamento mucho, sho no lo sabía…”, como decía aquel otro viejo político populista a cuyo nivel descendió el socialcristiano sin sonrojarse siquiera. Pero ni eso. Su exasambleísta de bolsillo Jaime Muentes ha sido condenado a 13 años de prisión por delincuencia organizada y del viejo líder cantonal que lo puso a su lado en la cúspide de su partido no se ha escuchado decir esta-boca-es-mía. Se echa de menos una explicación y una disculpa pública. Alguien tiene que asumir una responsabilidad en esta miseria porque Muentes, el mafioso que montó un sistema para controlar el aparato de justicia de la provincia de Guayas, no llegó adonde llegó sin un padrino. Y llegó, como queda dicho, a lo más alto en su partido.
En septiembre de 2022, cuando aterrizó en la Asamblea Nacional en reemplazo de la hoy concejal filocorreísta Soledad Diab, de quien era legislador alterno, los miembros de la menguante bancada socialcristiana tragaron saliva y apechugaron. Este señor es un perro, pensaron para su fuero interno, pero es el perro de nuestro líder. Los más dignos no lo soportaron mucho tiempo y abandonaron el bloque. Porque no había una sola persona medianamente informada en la ciudad de Guayaquil que no hubiera escuchado las historias, que no supiera cuál era la calaña de este personaje y no conociera las porquerías en las que andaba metido. Ni uno solo. Quien dice lo contrario, miente.
Eran los tiempos en los que Muentes, atropellada y torpemente, confesaba en un programa de Carlos Vera que las decisiones en el Partido las tomaba una mesa chica presidida por el hoy enmudecido Nebot e integrada además por él mismo, Henry Kronfle y el impresentable Esteban Torres: la verdadera cúpula socialcristiana en tiempos de decadencia moral. Ellos acordaban, por ejemplo, lo que se debía hacer con quienes no se ajustaran “a la línea del Partido”.
No, no era una fanfarronada de Muentes. Efectivamente, él llegó a la Asamblea para hacer y deshacer en la bancada socialcristiana: impuso a sus integrantes la obligación de votar a favor del juicio político que habían montado contra Lasso en alianza con los correístas (por “peculado por omisión”, según feliz invento del emplumado Esteban Torres, hoy asambleísta electo por el oficialismo); pretendió hacerles firmar documentos en blanco (literalmente); desalojó de su oficina a la asambleísta Karen Noblecilla, sacando sus pertenencias al pasillo; persiguió a Geraldine Weber, a Elina Narváez, a Javier Ortiz... En definitiva: impuso su ley. Torres, el supuesto jefe de bancada, lo dejaba hacer y lo llenaba de elogios: lo calificaba de “caballero”, aplaudía su supuesta “serenidad democrática”, lo llamaba “mi gran amigo”. Y sí, son tal para cual. Y Muentes era su jefe.
¿Cómo un mafioso condenado a 13 años de prisión por delincuencia organizada llegó mandar sobre un bloque parlamentario sin que nadie en ese partido se haga responsable hasta el día de hoy? El hombre de quien todo el mundo sabía que corrompía jueces y compraba tribunales; el que todavía tiene una lista de casos pendientes en los tribunales, entre ellos tráfico de tierras; el contacto político con el correísmo y la mafia… Nebot lo puso ahí y no hay manera de que se desentienda de ellos. Ese será su legado político. Lo menos que puede hacer es disculparse.