Premium

Verdades sociales y sociedad de verdades

Lo que polariza, se dice, no son los sentimientos de la gente, sino el sistema bipartidista, que acomoda en los extremos del espectro político a sus seguidores, a expensas de aquellos en la mitad...

A principios de año, Twitter y Facebook, entre otros, suspendieron las cuentas de redes sociales del entonces presidente Trump. Luego de ello, él estrenó su blog personal Del Escritorio de Donald J. Trump. El escaso interés que despertó hizo que lo cerraran en menos de un mes. En julio, Trump demandó a esas RR.SS. alegando que lo habían censurado.

Pero su lucha contra las ‘Big Tech’, que le quitaron el megáfono, no ha terminado. Ha anunciado que lanzará su propia plataforma de red social, llamada ‘TRUTH Social’, que se abrirá este mes y funcionará a partir del 2022. Esta plataforma surgirá de un nuevo emprendimiento (Trump Media & Technology Group) creado por la unión con Digital World Acquisition, una compañía de “adquisición de propósito especial” (SPAC), que se forma con el expreso fin de comprar otro negocio.

La lógica a la que apela el expresidente no suena tan descabellada cuando dice que “vivimos en un mundo en el que el Talibán tiene una gran presencia en Twitter, sin embargo su presidente favorito ha sido silenciado”... pero en un país en el que el imperio de la ley tiene su lugar bien establecido, será la justicia quien defina si la suspensión de sus cuentas de RR.SS. fue legal.

Quienes auguran el fracaso de este nuevo emprendimiento de Trump sostienen que si lo que quiere es crear un rival serio para Twitter y Facebook, eso no sucederá jamás, porque la nueva plataforma siempre estará politizada; y nunca será un bazar de ideas como Twitter o un lugar para toda la familia como Facebook.

Pero no olvidemos que muchos auguraron para Trump una derrota funesta en las elecciones... y terminó siendo presidente. La gente creyó -y algunos siguen creyendo- irreductiblemente en él y en su discurso mesiánico. Alguna vez sus seguidores publicaron un símil en el que EE.UU. era un sótano lleno de mapaches que necesitaban ser exterminados: decían que, para eliminarlos, no importa si el exterminador es mentiroso, racista, o cuántas veces ha estado casado, o si es patán, apestoso, malhablado, o narcisista... lo único que te importa es sacar a los malditos mapaches, y acabar con la peste.

Cuando escribí sobre esto hace algunos meses en esta columna, dije que me inquietaba el riesgo del ‘Trump 2.0’: de ese que pudiese pensar: “resulta que sí se ha podido ser presidente siendo así, y que sí se ha podido ser así siendo presidente”.

EE.UU. está polarizado, es evidente: la elección “fraudulenta”, las mascarillas, las vacunas, el asalto al capitolio, la brutalidad policial (y su rechazo), etc. Es cierto que lo ha estado más: basta visitar la historia de la guerra civil; pero el ingrediente adicional de las RR.SS. le da a todo un tono diferente.

J. Bryce decía que un presidente intrépido -que sabe que tiene la aprobación de la mayoría de un país- puede sentirse tentado a pasar por encima de la ley y privar a la minoría de la protección que esa misma ley les garantiza... puede ser un tirano, no contra las masas sino con las masas.

La pregunta es si Trump 2.0 será uno de los manifestantes del asalto al capitolio, o uno de los actuales gobernadores del partido republicano, o el mismo Donald. Lo que polariza, se dice, no son los sentimientos de la gente, sino el sistema bipartidista, que acomoda en los extremos del espectro político a sus seguidores, a expensas de aquellos en la mitad.