Rafael Oyarte | Constitución promesa

Escribir una ‘hemorragia de derechos’ no es problema, es cosa de escribirlos en un papel
Trasladar el tradicional ‘yo te ofrezco, busca quién te dé’ a una Constitución es facilísimo, pero tiene consecuencias, especialmente en la conciencia constitucional, que es el grado de valor que un pueblo da a su Carta Primera. Escribir una ‘hemorragia de derechos’ no es problema, es cosa de escribirlos en un papel al que, luego, solemnemente, le damos el carácter de ley fundamental del país, porque el constituyente solo llega a eso, la redacción de un texto, puesto que su cumplimiento corresponderá a otro. Lea el artículo 13 de la Constitución que asegura a las personas el “acceso seguro y permanente a alimentos sanos, suficientes y nutritivos”. Inentendible que haya gente que pasa hambre con esa norma. Es más, en la próxima podríamos agregar que esos alimentos, además de saludables y sustanciosos, deben ser ‘exquisitos’. Y listo. Lo de creer que las cosas se hacen solo porque se quiere, en este caso, componiendo normas, es el traslado a lo jurídico del ‘soplar y hacer botellas’. Una de sus expresiones genuinas eran las “preasignaciones presupuestarias”, con el 30 % de los ingresos corrientes a la educación y el 15 % a entes seccionales que, sumadas a todas las demás, llegaban al 120 % del presupuesto. Lo de que el Ecuador es un “territorio de paz” parece más una ironía que un buen deseo.
Prometer que los ancianos son un grupo de atención prioritaria para, luego, y con la gentil colaboración de la Corte Constitucional, negarles, recurrentemente, su previsión adicional (la que ellos financiaron), privándoles de sus fondos, es un lamentable ejemplo y la demostración de que esos ofrecimientos constitucionales son un sarcasmo. Que los niños tiene derechos prevalentes, pero, luego, negar el registro de violadores para que no trabajen con ellos en el futuro, el ejemplo de que no basta con escribir cosas en una constitución, sino tener la honesta voluntad de cumplir esas normas.
Ofrecer derechos y buenos deseos en una constitución, nada tiene de difícil, porque mayor conocimiento no se requiere, permitiendo ‘discutir’ esas iniciativas a cualquiera, al igual que ‘debatir’ lo de costumbre: si hay o no reelección presidencial y si es inmediata, indefinida o condicionada, o si el presidente debe durar 4, 5 o 6 años y si la asamblea se debe llamar así o congreso, y si debe tener una o dos cámaras, y otras cosas por el estilo que se plantean, invariablemente, en toda constituyente.