Premium

Paul E. Palacios | El poder

Avatar del Paúl Palacios

El poder, no después de mucho tiempo, corrompe, y esa es una máxima ineludible

Las sociedades a veces enfrentan el dilema entre poder y libertades. En momentos complejos, cuando los países y su gente afrontan riesgos que amenazan su supervivencia, generalmente les entregan a sus mandatarios ciertos ‘comodines’ de la baraja para que obren contra la amenaza, al punto de extinguirla, para luego retirarles esas cartas con la esperanza de que se vuelva a la normalidad.

¿Pero cuál debería ser la normalidad? Ninguna otra cosa que su pacto social, su Constitución, los acuerdos internacionales a los que se ha adherido cada sociedad.

En una comunidad educada sería intolerable la concentración indefinida de poder en una persona o conjunto de personas. Sin embargo, las personas no solo a cargo de conducir un Estado, pues lo hacen también al conducir organizaciones en general, se aferran al poder, porque creen que los objetivos de sus mandantes son sus objetivos personales, y en esa confusión justifican cualquier acción, cualquier decisión, ‘por el bien común’. Su interpretación del bien común.

Para citar un ejemplo: ¿El Salvador está feliz hoy con Bukele? Imaginen ese país lo que sufrió con las maras, como hoy sufrimos en nuestro país con los narcos. Si a nuestro país hoy se le diera la oportunidad democráticamente de tener un dictador que nos libre de la extorsión, de los sicarios y del narcotráfico, tengamos por seguro que ganaría una elección. ¿Es sostenible la concentración de poder que tiene antes de cometer abusos? Sin duda no. El punto es hasta cuándo se puede sostener esa concentración de poder antes de que se convierta por sí misma en la lacra a erradicar.

Cómo lograr durante el proceso el tener medidas de equilibrio, de rendición de cuentas y de imputabilidad de actos, no es fácil, pero debe ser posible. El poder, no después de mucho tiempo, corrompe, y esa es una máxima ineludible. Frente a ese poder, quien crea que el costo de hablar es alto, tenga por seguro que con el tiempo el costo de callar será mucho mayor.

Una oposición inteligente y objetiva, no radical y obsesiva, es el mejor vehículo de equilibrio, paz y prosperidad. ¿Serán capaces?