Carta lector | Ganar por limpiar: mi primer sueldo fue por lavar el auto de mi abuelo
Una lección de infancia y esfuerzo sembró el amor por el orden y la responsabilidad que dio origen a un emprendimiento
A veces las primeras lecciones de responsabilidad no vienen en forma de regaños ni libros, sino de oportunidades simples que se nos presentan en la infancia. Tenía unos 12 o 13 años cuando me ofrecí a lavar y limpiar el auto de mi abuelito. No lo hice esperando nada a cambio, simplemente me gustaba ver ese carro brillante, con el tablero impecable y los asientos bien sacudidos.
Yo tenía inclinación natural a ordenar mis cosas, doblar mi ropa, dejar cada cosa en su sitio. Y ese día fui un paso más allá: el auto del abuelo quedó reluciente. Lo que no imaginaba era que él, al verlo impecable, me daría unas monedas como agradecimiento.
Esa fue mi primera ‘paga’, mi primer sueldo por hacer algo con alegría, cariño, entusiasmo, esmero y cuidado. Sentí sorpresa, orgullo y emoción. Esa pequeña cantidad de dinero tenía un gran valor: representaba el reconocimiento al esfuerzo y la importancia del trabajo bien hecho. Lo continué haciendo cada domingo y por supuesto recibía mi premio.
Desde entonces entendí que el orden, el cuidado y la responsabilidad hacen que nuestro entorno se vea mejor, y además nos abren puertas, nos enseñan a valorar el esfuerzo y nos preparan para la vida. Hoy, ya adulta y con un emprendimiento que nació de ese amor por organizar y embellecer los espacios, miro atrás con ternura.
Ese pequeño gesto de mi abuelo sembró una semilla. Cuando le enseñamos a un niño que el esfuerzo tiene recompensa, estamos formando personas que entienden el valor de lo simple y lo hacen con amor.
Teresita Sandoval