Premium

Acuerdo Artemis

Avatar del Paúl Palacios

La firma del Acuerdo Artemis proporciona oportunidades para el país en la generación de conocimiento y empleo. Hay que aprovechar esas oportunidades

El 21 de junio pasado Ecuador se convirtió en el vigésimo sexto país en suscribir el Acuerdo Artemis. Desarrollado por la NASA en 2020, junto a otros siete miembros fundadores, busca intensificar la exploración espacial con fines pacíficos.

Los países signatarios se comprometen a que toda actividad espacial deba mantener estrictas normas de respeto ambiental, evitando los desperdicios y forzando a traer a la Tierra cualquier desecho que se pudiera producir.

Se procurará la interoperabilidad de los equipos y programas entre las distintas naciones, buscando hacer más eficientes los esfuerzos individuales.

Logra planes conjuntos de asistencia en el caso de que astronautas de otras naciones tuvieren situaciones de peligro, y por sí mismas dichas naciones fueran insuficientes para resolverlos.

De manera importante el Acuerdo Artemis establece que la extracción de cualquier recurso de fuera de la Tierra tenga fines pacíficos y se pueda compartir abiertamente toda la información científica que de las investigaciones se genere.

En Latinoamérica hasta ahora Brasil, Colombia, y ahora Ecuador, calificaron para acceder a la suscripción del acuerdo.

Para un país con recursos limitados, con enormes carencias en la solución de problemas básicos de su vida diaria, ¿en qué puede beneficiarlo un acuerdo de esta naturaleza? No se trata de que enviemos a alguien a Marte, o una nave de rescate a ver si encontramos al NEE-01 Pegaso, que seguramente andará vagando orondo por el ciberespacio, sino que en torno de la carrera espacial hay sectores donde ecuatorianos, empresas ecuatorianas y el sector académico pueden participar y agregar valor.

Ecuador está situado de forma favorable para comunicaciones, plataformas de lanzamiento, entrenamiento, logística, etc. ¿Es pensar en grande? Sí, lo es. Israel no era más que arena hace 80 años, y hoy es un jardín. Singapur no era más que una islita insignificante hace tan solo 60 años, y hoy es un país de primer mundo.

Cuando la sociedad civil y el Estado trabajan en equipo, se pueden lograr grandes cosas. Ahora hay que sacarle provecho como país.