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Paul E. Palacios | La misión de la prensa

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Muchos tienen la peligrosa creencia de que para aplastar a los poderes malignos es necesario recurrir a cualquier método

Alguna gente lanza maldiciones cuando algún medio de prensa observa, critica o expone a alguien que es de sus afectos políticos. Esas mismas personas aplaudían de pie cuando ese mismo medio hacía exactamente lo mismo con alguien de sus desafectos o intereses.

Por lo general, estas personas no se detienen a analizar lo que se escribe o se dice por parte de la prensa, sino específicamente respecto de quién se dice o escribe algo, o de sus actos. Y es ahí donde surge la confusión, pues piensan que la prensa debe adoptar una línea ideológica marcada, y apoyar u oponerse a tal o cual tendencia; desde luego la tendencia del ofendido.

Salvo que el medio de prensa abiertamente exponga su línea ideológica, y en ciertos países hay medios que lo hacen, la función fundamental de la prensa es servir de contrapeso al poder vigente.

El contrapeso es exponer la verdad de los hechos (toda la verdad que conocen), hurgar donde el ciudadano común no puede, levantar la alfombra y evidenciar lo que hay debajo. ¿Aquello incomoda? Sin duda que va a incomodar a cualquier poder, como incomoda la presencia de un contralor, un fiscal y un sistema judicial independientes.

En el país muchos tienen la peligrosa creencia de que para aplastar a los poderes malignos es necesario recurrir a cualquier método disponible, aunque el método al que recurran le aplane el camino a quien venga después a aplastarlos, y deban recurrir entonces a que “por lo menos la prensa no se deje aplastar y nos defienda”.

La misión de la prensa no es apoyar a un gobierno, aunque el gobierno lo estuviera haciendo bien; es tener los ojos puestos sobre todos los gobiernos -cualquiera que sea- y que sientan que alguien los está viendo.

¿La prensa comete errores y juicios injustos? Sin duda, y no pocos, y para eso existe en una sociedad moderna, no autoritaria y de poderes independientes, los mecanismos para impedir el abuso y, en casos, la deshonra.

Los estadistas alientan una prensa objetiva y no alineada, porque esa prensa los defenderá cuando no siendo poder, sobre ellos se quiera cometer alguna injusticia. El poder no es eterno.