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Derecho a la vida

Nadie niega a la mujer el decidir sobre su cuerpo, pero debe quedar en claro que el feto, esa nueva vida, habita en el cuerpo de la madre mientras se desarrolla

Mucho se ha discutido sobre el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y por tanto, ante un embarazo no deseado, tener o no la libertad de resolver si permitir o no que el embarazo sea interrumpido.

Nadie niega a la mujer el decidir sobre su cuerpo, pero debe quedar en claro que el feto, esa nueva vida, habita en el cuerpo de la madre mientras se desarrolla; por tanto no es ‘per se’, parte del cuerpo de esta.

La Constitución en su artículo 45 dice: “El Estado reconocerá y garantizará la vida, incluido el cuidado y protección desde la concepción”.

El Código Orgánico Integral Penal garantiza y reconoce el derecho a la vida desde la fecundación, estableciendo conductas penales tipificadas tales como el aborto con muerte; aborto no consentido; y aborto consentido. Determina de esa manera que ningún ser humano puede ser privado de la vida por motivo alguno, y que la violación a tal derecho será sancionada, ya que el óvulo fecundado en el útero de la mujer es el inicio del ser humano, constituyéndose en la más frágil expresión de la vida.

Si la ley tiene por objeto fundamental regular la vida en sociedad y defender al más débil, no existe otro ser que se adecúe más a tales condiciones de vulnerabilidad e indefensión absoluta que el feto y esa debe ser la consideración básica primigenia a tomar en cuenta por legisladores y administradores de justicia.

Resolver sobre la vida y/o la muerte de un ser indefenso, riñe con el accionar ético; convertir por ley al médico en sicario, al no concederle el derecho de objeción, esto es, a oponerse a realizar un aborto, es irracional e inmoral.

Abanderar la defensa del derecho a la vida de los animales es plausible, pero un acto de falso humanismo y suprema hipocresía cuando se niega el mismo trato y derecho tratándose del feto. Aquello es patético e impresentable, solo revela la degeneración de una sociedad libertina y decadente en lo moral y lo ético, disfrazada de progresista.

Dejemos de lado tanto esnobismo estúpido e insensato y recuperemos la sensatez, el humanismo y la cordura protegiendo la vida desde la concepción.