Modesto Gerardo Apolo | Tras la recaptura de Fito, ¿qué?

No hay justicia verdadera si los tentáculos del crimen siguen enquistados en las estructuras del poder
La recaptura de José Adolfo Macías, alias ‘Fito’, cabecilla de la organización criminal ‘Los Choneros’, representa mucho más que un golpe certero al crimen organizado. Es, ante todo, un mensaje claro y contundente: el Estado ecuatoriano no se ha rendido y sus fuerzas del orden, aunque agotadas y sometidas a una presión constante, siguen firmes en su deber de devolver la paz y la dignidad al país.
Han pasado apenas cinco días desde la fuga de alias ‘Fede’, y el país entero se encontraba al borde de la indignación. La oposición aprovechaba la coyuntura para sembrar la percepción de un gobierno incapaz, mientras las redes sociales se inundaban de rumores, hipótesis y desinformación. Sin embargo, tras meses de trabajo silencioso, meticuloso y profesional por parte de nuestras fuerzas del orden, hoy se puede afirmar con certeza que la justicia avanza, a pesar y disgusto de aquellos que desde sus curules y granjas de trolls pagados luchan por la impunidad.
La recaptura de José Macías no es un acto aislado. Es el resultado de una política de seguridad que, pese a los errores y omisiones, ha demostrado ser persistente.
El país ya cuenta con reformas legales para combatir al crimen organizado, desmontando los privilegios que durante años se blindaron con leyes hechas a medida para la impunidad de la delincuencia y la corrupción.
No hay justicia verdadera si los tentáculos del crimen siguen enquistados en las estructuras del poder, como el Legislativo, el Judicial o apoyado y solapado desde el extranjero. La captura de José Adolfo Macías Villamar, alias ‘Fito’, debe marcar un antes y un después, no solo en la estrategia de seguridad, sino también en la ética pública y en la aplicación implacable de la ley.
Nuestras fuerzas del orden merecen el reconocimiento del país. Han actuado con valentía, pese a estar desbordadas, enfrentando a enemigos que no solo poseen armas, sino también influencias, recursos y complicidades.
La lucha contra la corrupción y el crimen organizado no admite tregua hoy más que nunca, porque ha quedado en evidencia que la patria aún puede ser rescatada.