Libres y solidarios

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'Están conscientes de que la libertad, para ser conquistada, demanda el aporte individual de todos...’.

Por mi vinculación de antigua data con la docencia y gestión universitaria, me alegró mucho leer una carta dirigida a Expreso el sábado 1 de febrero, por cuatro estudiantes de V ciclo de la facultad de Jurisprudencia de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, demostrativa de la visión y preocupaciones de la juventud por el futuro de la democracia y el país. Se referían a una información sobre el bicentenario de la Independencia de Guayaquil.

La carta, profunda en su concepción, toca temas de indiscutible trascendencia en el comportamiento ciudadano. Recoge el interrogante de si el acontecimiento a celebrar es un suceso meramente formal o si logró penetrar en el alma de los guayaquileños, lo cual permitirá darle una real dimensión al episodio histórico y establecer su verdadera contribución a la libertad individual y colectiva de la ciudad y región liberadas con la gesta de 1820, y su posterior y decisivo apoyo a la independencia nacional.

Advierten que la historia del Ecuador no ha sido fácil, se han tenido que superar innumerables obstáculos, enfrentar tiranías y abusos de unos cuantos para mantener la democracia y más recientemente para regresar a ella, resaltando los sacrificios que han significado. Con esas fundadas inquietudes invitan a la actual alcaldesa del cantón a “promover una campaña con base ética destinada a impactar y cuestionar corazones con medidas reales y posibles al alcance de autoridades y de cada uno de nosotros”. Están conscientes de que la libertad, para ser conquistada, demanda el aporte individual de todos y concluyen que para “hablar de una ciudad verdaderamente independiente primero hay que hablar de ciudadanos libres y solidarios”. Es muy cierto, nada hace más feliz y realiza al ser humano que vivir en libertad, sin temores, contribuyendo cívica y solidariamente al bienestar común.

El mensaje convoca a un desafío mayor, la lucha por el deber ser, no acomodarse a conveniencias transitorias carentes de valores y que no aportan a un mejor futuro. Eso implica luchar con firmeza por una sociedad más justa, más fraterna, más comprometida con el destino social.