Columnas

El drama del campo y el invierno

El abandono del campo en el gobierno de Correa incluyó el cierre de escuelas. No tienen seguridad, los costos de producción aumentan ...

La no estabilización del invierno preocupa a sectores rurales , especialmente de la Costa, al impedir al campesino realizar sus siembras, con cuya cosecha subsiste. Con justificadas razones el montuvio tiene como lema “no dependemos de malos gobiernos sino de buenos inviernos”.

Un mal invierno afecta su precaria situación económica. Saben que son un número en el censo, pero el apoyo a sus actividades es casi nulo.

El Ecuador y sus sucesivos gobiernos, con contadas excepciones históricas, no terminan de comprender la importancia de priorizar la atención al productor agropecuario, que es el que provee la alimentación de los ecuatorianos. Todavía está fresco el grato recuerdo de que gracias al no interrumpido trabajo en el campo fue posible superar la paralización de actividades en las ciudades por el coronavirus.

Los pequeños y medianos productores agropecuarios no se encuentran dentro de los morosos que han estafado al país con créditos cuantiosos de la banca pública que no pagan. El monto de su morosidad es ínfimo comparado con la deuda impaga concentrada en pocas personas naturales o empresas.

Toda deuda grande o pequeña debe ser pagada, con más razón si el crédito proviene de organismos de crédito del Estado, cuyos recursos pertenecen a todos. El honor y el cumplimiento responsable de obligaciones no tiene tamaño ni valor monetario, las deudas hay que pagarlas.

El abandono del campo en el gobierno del Ec. Correa incluyó el cierre de escuelas. A ello se une que no tienen seguridad, que los costos de producción aumentan exponencialmente y que los precios de sus productos se mantienen estables o a la baja. No hay programas de crédito estables que estimulen la producción agropecuaria, tampoco infraestructura confiable de riego, configurando una situación de abandono o relegamiento que no se justifica en un país que busque un desarrollo sustentable y el bienestar de sus habitantes.

Las políticas asistencialistas o dadivosas no contribuyen a edificar una sociedad menos empobrecida e inequitativa, aunque el bono de desarrollo humano es un paliativo a la crisis que viven amplios sectores urbanos y rurales.