Mauricio Velandia | Economía del miedo

Una regulación como la que acaba de ser expedida en Ecuador resulta inconveniente para un país que pretende atraer inversión
Durante un foro en Zúrich, dos profesores —uno de la Universidad de Pekín, otro de Oxford— conversan sobre esa carrera silenciosa de todos los países por atraer capital. Coinciden en que la verdadera competencia global es por crear empresas que tributen, innoven y generen empleo. Quien logra ese equilibrio construye futuro. Quien lo rompe, lo pierde.
Hoy en día Estados Unidos ofrece subsidios y crea aranceles. Por ejemplo, hace poco subió los aranceles de los medicamentos que entran allí y prometió beneficios para las farmacéuticas que abrieran laboratorios en sus tierras. Clara política de captación de capital extranjero, encaminada a crear empleo y generar tributación para ese país. Todo apunta a un consenso que hace parte del discurso económico actual, como lo es, incentivar la inversión antes que castigarla, a fin de crear empleo y presupuesto público.
Mientras las potencias buscan fórmulas para atraer capital, Ecuador parece empeñado en espantarlo. Hace pocos días fue expedida la nueva ley ecuatoriana de competencia desleal que permite imponer multas hasta del 12 % de los ingresos brutos anuales de una empresa por infracciones en temas de consumidor. No del 12 % de las utilidades, sino de los ingresos brutos anuales. Gran martillazo para una empresa.
Nadie niega la importancia del tema de consumidor en una economía, ni el poder disuasivo que tiene una multa. Pero ciego el que crea que una ley como la comentada no genere miedo en los inversionistas, quienes, con disciplina, antes de invertir, revisan las normas de un país, detectando los riesgos en una multa por un error en una promoción o venta, que lo puede llevar a perder el 12% de los ingresos anuales. En España o Francia las sanciones de consumo suelen oscilar entre el 0,5 % y el 1 % de la facturación.
Sin proponérselo, Ecuador acaba de fundar su propia escuela económica, la del miedo empresarial. Esa tesis, analizada sin pasión, tiene consecuencias macroeconómicas evidentes, dado que paraliza la inversión y destruye la confianza regulatoria. En los foros internacionales se habla del “Estado emprendedor”, de la economía verde y de la transformación digital. Ecuador podría aportar su propio concepto, como lo es el de la economía del miedo. Donde hay temor no hay innovación, y donde no hay innovación, la economía respira con dificultad.
La gran pregunta es si los gremios, las cámaras de comercio y las universidades tuvieron acceso al proyecto de ley, y si el presidente Noboa fue informado del contenido real de esta norma. Una regulación como la que acaba de ser expedida resulta inconveniente para un país que pretende atraer inversión extranjera. Bastaría preguntar a cualquier mesa de dinero. Una normativa así espanta la inversión y debilita la credibilidad del país. No creo que alguien piense o sostenga que un marco como ese atraiga inversión extranjera.
Ecuador no puede ser calificado por haber inventado un modelo de castigo como política pública. Ecuador no necesita castigar para crecer, necesita confianza para invertir. Una multa de esa magnitud equivale, en los hechos, a una expropiación parcial y desincentiva cualquier reinversión. El futuro no se construye desde el temor, sino desde la confianza.