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José Antonio Gómez y el Bicentenario

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"No es cuestión de autodenominarnos la Perla del Pacífico. Sin brillo no hay perla"

Hoy supe que se fue para no volver el historiador y escritor José Antonio Gómez Iturralde. ¡José Antonio no podía morir en otra fecha que en el 2020, el año del Bicentenario!

Qué dolorosa ofrenda, su vida, que por trágica coincidencia se suma a la de miles de otros guayaquileños y decenas de médicos y paramédicos que heroicamente sucumbieron durante la pandemia.

Vienen a mi mente su caballerosidad, su profunda identificación con viejos manuscritos que sacaban a la luz nuevos episodios de la historia de Guayaquil. Su entrega al Archivo Histórico, organizado con gran profesionalismo y apertura para la ciudad, sus investigadores y sus estudiantes.

Su trayectoria le da valor a nuestro pasado, nos conmina a mantenernos firmes en el presente y a proyectarnos con valentía al futuro… Debe ser un juramento de todos los que lo conocimos y que nos identificamos con sus valores.

La conmemoración del Bicentenario debería ser distinta, el desafío brutal que enfrentamos nos obliga a no detenernos solamente en el pasado. Los héroes de hace 200 años merecen nuestro más profundo homenaje pero serían los primeros en decirnos “no se detengan… sigan adelante, que sueños audaces, libertades y nuevas auroras gloriosas no caerán del cielo si no luchan por ellas todos los días”.

Adiós a los festejos frívolos o a las representaciones plañideras. La meta es contagiar a todos los ciudadanos para salir adelante proyectando esta ciudad con firme autonomía, pero hermanándonos con todo el país; con inteligencia para vislumbrar el mundo del futuro, pero con profunda solidaridad.

Además, rescatando el civismo real, fortaleciendo a la sociedad civil con sus organismos no gubernamentales, íconos de nuestra ciudad, reviviendo al Instituto Nacional de Higiene para devolverle su capacidad de hacer investigación científica de punta, como lo fue antaño, y estar preparados para unirnos al mundo en la lucha contra virus, bacterias y enfermedades contagiosas catastróficas, que siempre vuelven.

No es cuestión de autodenominarnos la Perla del Pacífico. Sin brillo no hay perla.