A más autonomía más compromiso

a autonomía, entonces, es una aspiración del ente a quien se le garantiza la autonomía, pero como no es posible la autarquía, esto es la autosuficiencia, sobre todo en lo financiero.
Las universidades ecuatorianas hemos estado restringidas y limitadas en nuestra evolución cuantitativa y cualitativa por estados excesivamente abarcadores/centralistas. En otras palabras, gran limitación a la autonomía. Recordemos que la autonomía aparece y desaparece desde el inicio de las universidades en la historia.
Para no debilitar el razonamiento, señalo que en nuestra historia sí ha habido cortos momentos de libertad positiva. Las ilustradas palabras de León Roldós nos ponen en buen camino: “Autonomía es una palabra de origen griego: auto, por sí mismo, y ‘nomos’, ley, vinculándose con la capacidad de autogestión administrativa, financiera, científica, técnica de la persona o comunidad que se supone autónoma, en una especie de “DEBE SER” antes que “ES”. La autonomía, entonces, es una aspiración del ente a quien se le garantiza la autonomía, pero como no es posible la autarquía, esto es la autosuficiencia, sobre todo en lo financiero, la autonomía siempre queda vinculada a una relación de interdependencia con el Estado, representado por el poder público, y con la sociedad y la economía, en que concurren diversos actores sociales y económicos”.
Ahora que el señor presidente decreta un nuevo Reglamento a la LOES, que apuesta a la autonomía, después de años de luchas intermitentes para conseguirla y que la actual Asamblea tiene durmiendo su nueva propuesta de ley, se produce un enorme desconcierto. Vemos posturas variadas: señalamos los problemas que sin otras medidas podrían afectar la Educación Superior o aplausos casi infantiles. He tenido acceso a algunas deliberaciones inteligentes y sensatas…, ¡pero falta mucha más reflexión!
Lo que me permito es compartir mi criterio, que más autonomía implica enorme compromiso con la vocación educativa, ética y solidaria para mantener y aumentar la calidad. El riesgo de fallar implica a las públicas y a las privadas.
El presidente ha dado el primer paso y como expresa Ortega y Gasset: “¡Poco se puede esperar de quien solo se esfuerza cuando tiene la certidumbre de que va a ser, a la postre recompensado!”.