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Guayaquil no cerró sus puertas al mundo

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"...Wolf dijo: “Guayaquil y su creciente ‘hinterland’ cacaotero comparten plenamente el ímpetu de cambio..."

¡Imagínense que ustedes fueran exportadores! Sí… uno de esos héroes que mencionamos en la columna anterior y que luego de haber logrado la hazaña de mantener su cadena de valor productiva, desde el agro, la logística de movilización de su producción, pasando por las empacadoras, durante todos los meses del confinamiento, y que cuando llegasen al puerto este tuviese problemas de operación. Visualizar este proceso es importante, ya que el puerto de Guayaquil es como el corazón de esta ciudad que late gracias a la sangre activa de los emprendedores de la región costera.

Así fue desde que el geólogo y botánico alemán Teodoro Wolf, en 1874 identificó el lugar donde construir el nuevo puerto.

Wolf dijo: “Guayaquil y su creciente ‘hinterland’ cacaotero comparten plenamente el ímpetu de cambio. Favorecido por un auge económico resultado de relaciones más estrechas con el mercado internacional, esta región se convierte en la mayor productora de cacao en el mundo”. Esta reflexión se concreta gracias al impulso de guayaquileños que se acogieron al proyecto del capitán de navío Luis Jarrín. En 1958, Camilo Ponce da nacimiento de la Autoridad Portuaria de Guayaquil y establece el marco legal para la construcción del Puerto Marítimo. Muchos guayaquileños con espíritu cívico aportaron con sus tierras, con el financiamiento de estudios, participando en comités de vialidad y con decisión política, como los Estrada, los Marcos, o como Clemente Yerovi, al fortalecer al sector bananero creando la flota bananera. Por ello yo insisto en que nuestro puerto debe tomar su nombre. Hoy la ciudad es más una ciudad logística, gracias a los demás puertos operativos.

Volviendo a la exitosa articulación pública-privada de Contecon, con firmeza liderada por José Antonio Contreras, ya nos sorprendió al ser el primer puerto en tener certificación ISO 14064, de carbono neutro, y que sus emisiones las compensen en bosques de la Amazonía y en los manglares del golfo. Hoy nos llena de orgullo el constatar que el mundo cambió, pero que nuestro puerto se adaptó para mantener abierto al Ecuador y a su ciudad-puerto al mundo.