Columnas

¿Dónde están las élites?

"Deberíamos tomar el futuro seriamente porque en él vamos a pasar el resto de nuestras vidas"

Hay ciertas verdades que están latentes en nuestra cotidianidad, una de ellas es el fracaso de las élites. Si consideramos que las élites son grupos de individuos de una sociedad que ejercen influencia en el ejercicio del poder político y económico, debemos concluir que en Ecuador existen muchas, pero la sumatoria de ellas no ha dado la talla para poder dar forma a una visión conjunta de país que nos lleve a una gobernabilidad mínima, mediante una búsqueda del entendimiento y la construcción de puentes, mas no dinamitándolos.

Hoy nuestro país vive una tremenda polarización. Ninguna de sus élites, sean estas religiosas, políticas, sindicales, económicas o indígenas se preocupan realmente del futuro. Más aún, todas ellas están desconectadas de sus bases. Me parece que estamos inmersos en una encrucijada mortal que se condensa en una sencilla y temible disyuntiva existencial: o ellos o nosotros. A este grave momento responderán las élites, como lo hicieron en Chile, con un “No lo vimos venir”. Pero al menos advertidos están.

Por allí no va el futuro, pues como advertiría John Maynard Keynes: “Deberíamos tomar el futuro seriamente porque en él vamos a pasar el resto de nuestras vidas” y en él vamos a estar todos, si Dios no dispone partidas prematuras.

El primer paso debería ser dado con el reconocimiento mutuo de que somos diversos y el reto es cómo generamos confianza para potencializar esa diversidad en favor de un futuro común. El problema es que nuestras élites no saben qué es lo que realmente está sucediendo y su miopía solo permite que fijen su mirada en su propio ombligo. Nuestras élites miopes son las causantes del momento difícil que vive nuestra democracia, al no haber tomado acciones concertadas a favor del futuro.

Queremos ver el coraje, la voluntad y la decisión de todas las élites de luchar por nuestra patria. De trazar una agenda transparente, inclusiva, que nos lleve al desarrollo que merece esta gran nación. Para lograrlo, llegó la hora de que esas élites superen su miopía. Ya casi no quedan opciones.