Juan Carlos Holguín | ¿Qué profesionales formamos hoy en Ecuador?
Un trabajo solo va a existir si tiene sentido. Ahí es donde entra el ser humano
Sobre el legado de Sixto se ha escrito mucho en los últimos años. Fue un gran constructor que ejecutó varias obras diseñadas y pensadas por él. Se encargó de la reconstrucción de Ambato luego de que un terremoto acabara con gran parte de la ciudad en 1949. Y como alcalde de Quito su legado fue importante: la avenida Occidental; los túneles de San Juan, San Roque y San Diego; o el edificio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social -IESS-, son solo algunos ejemplos de su huella.
Quizás su legado más importante está relacionado con la férrea defensa de nuestro territorio en la guerra con el Perú en 1996. Pero dentro de muchos otros logros, hay uno que ha trascendido poco: consiguió una reforma en la Ley de Universidades y Escuelas Politécnicas que permitió la fundación de universidades privadas.
Sin esta reforma, muchos de los proyectos educativos ejemplares que tiene este país, no existirían. Uno de ellos, la Universidad San Francisco de Quito, que había estado operando por varios años como un proyecto rebelde, audaz e innovador. En 1995 también se inauguró la Universidad de las Américas, promovida por sus fundadores con una visión de educación liberal y humanista, que la ha llevado hoy a ser una de las universidades más importantes del país y dueña de uno de los campus más modernos de la región.
Precisamente en el marco de la celebración de sus 30 años de fundación, el pasado día viernes analizamos en un panel las capacidades y competencias en las que se debe formar a nuestros jóvenes en la actualidad.
Y es que tenemos una realidad en la vida humana: el mundo crece exponencialmente en términos tecnológicos. Ya no se trata solo de tener habilidades tecnológicas, sino que la Inteligencia Artificial -IA- se convierte en una herramienta diaria, en una tecnología que impacta sobre absolutamente todos los aspectos de la vida diaria.
Si alguien nos dice qué vamos a estar haciendo los humanos en los próximos 40 o 50 años, no hay que creerle. No sabemos cómo va a ser la tecnología en esa época o no se puede predecir qué van y qué no van a estar haciendo los humanos.
Lo que sí podemos hacer es volver a plasmar en los alumnos los principios estructurales de una universidad: la búsqueda de la verdad y el sentido. Me explico: un trabajo solo va a existir si tiene sentido. Ahí es donde entra el ser humano.
El académico Joseph E. Aoun, en su libro A prueba de robots: la educación superior en la era de la IA, habla de la necesidad de pensar en tres pilares: la técnica (que la vamos a precisar para entender la tecnología a nuestro alrededor); los datos (para tener el criterio de comprender qué es lo que estos nos muestran); y la humanidad (porque esos datos y técnica tienen que dar sentido al ser humano).
Nuestro país requiere repensar la educación. El mundo avanza a velocidades inimaginables y si no logramos un modelo de formación adecuado, tanto en las universidades públicas como en las privadas, la brecha de desarrollo con otros países de la región será enorme.
Además de las habilidades tecnológicas, ante la necesidad de generar empleo y que nuestros jóvenes tengan un futuro asegurado, se debe implementar una política pública de enseñanza de inglés. Ecuador podría ser una potencia regional por la calidad probada de nuestra gente.