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José Molina Gallegos: Para qué sirve un penalista (II): defender a las víctimas

La labor del abogado penalista incluye también la defensa de víctimas, siempre con ética, verdad y responsabilidad

La semana pasada escribí mi columna explicando, desde mi punto de vista y reduciendo algo que quizá merece un libro, “para qué sirve un abogado penalista”. En ella puse uno de los varios ejemplos que el ejercicio profesional me ha dado la oportunidad de ver, múltiples aspectos que refuerzan mi postura de que el Derecho penal no es la panacea que lo soluciona todo, que no puede ser un instrumento de venganza, de persecución. Pero como siempre hay quienes piensan así, entonces nuestro deber como abogados es contrarrestar esos atropellos, y no solo desde el libre ejercicio profesional, sino también corresponde a los jueces, a los fiscales, a todos los partícipes del ‘mundo penalista’. No es otra tarea que todos tenemos: buscar la verdad, a eso se reduce todo.

Ahora quiero hablar de otra de las aristas importantes y enriquecedoras de ser penalista: la defensa de las víctimas. Claro, porque como abogado en libre ejercicio o defensor público implica que hemos estado, casi inevitablemente, en ambas situaciones: algunas veces defendiendo al investigado; otras, a la víctima.

La víctima de un delito, según la propia Constitución de la República, goza de protección especial, y es obvio, ha sufrido un agravio a lo que llamamos en derecho ‘el bien jurídico protegido’: la vida, la integridad sexual, el patrimonio, etc. Pero no se puede abusar de esta posición, y menos usarla como un instrumento de revancha, para eso no se presta el sistema, y de hacerlo una persona hay sanciones. Moraleja: ni ética ni legalmente debe abusarse de esta condición, el hacerlo trae consecuencias: piénselo, no engañe, no se engañe.

Defender a una víctima implica trabajo constante y continuo con Fiscalía en la investigación, coadyuvar y, evidentemente, proporcionar elementos de convicción ciertos que conduzcan a la realidad de la teoría que manejamos. No se puede pedir que el fiscal, quien tiene la labor de investigar, sea un mago o adivino. Es deber de la víctima el colaborar con la información necesaria, con la presencia física, con la verdad.

El penalista está para abrazar realidades, para ser empático y para dar soluciones, siempre basadas en la verdad.