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¿Cuál era la pedagogía señor Nebot?

Avatar del José Hernández

Esto suscita interrogantes sobre los límites que antepone Nebot en el ejercicio de la política. El límite es precisamente el borde que separa lo correcto de lo incorrecto, lo permitido de lo prohibido’.

¿Es posible la política sin ética? Jaime Nebot, líder del PSC, mantiene viva esa pregunta, pues la bronca que ha abierto con el gobierno se origina, precisamente, en la ruptura de la alianza con el correísmo provocada por el presidente Lasso. En términos morochos, para Nebot es más importante haber roto la palabra empeñada, que mantener un acuerdo con un prófugo que tiene 39 casos más esperándolo en la Fiscalía. Y que durante 10 años cometió atropellos de toda índole contra la democracia y los ciudadanos.

Esto suscita interrogantes sobre los límites que antepone Nebot en el ejercicio de la política. El límite es precisamente el borde que separa lo correcto de lo incorrecto, lo permitido de lo prohibido. Puede ser imaginario ese límite. Pero existe. Y en el caso del acuerdo con Correa, esas fronteras se llaman principios y valores democráticos. La adhesión y respeto de los dirigentes políticos a esos límites se convierte en el punto de encuentro, tácito y explícito, con los ciudadanos.

Se entiende mal, entonces, la tozudez de Jaime Nebot con que defiende un acuerdo que, en los hechos, invalidaba las luchas que, durante años, llevó a cabo parte del país. Luchas por la democracia, la separación de poderes, independencia de la justicia, respeto de los derechos humanos, libertad de expresión y contra la persecución. Luchas por la verdad y el sentido común ignoradas y tergiversadas por el aparato de propaganda del régimen correísta.

El presidente electo se equivocó, en sus primeros días, al querer canjear gobernabilidad por apoyo legislativo de los corruptos. Pero corrigió a tiempo. El gran interrogante pesa, y pesará, sobre Jaime Nebot y concierne su concepción sobre los bordes éticos que pone en su actividad política. ¿Acaso no hay que establecer distancias con aquellos que borraron todo límite ético en el funcionamiento del Estado? ¿Qué debe hacer, según él, la sociedad ante el cinismo, la mentira y el engaño que fueron erigidos en cualidades de gestión pública? ¿Puede él negociar impunidad con exgobernantes que han robado (y han sido condenados por ello), han perseguido (políticos, líderes indígenas y sociales, periodistas…), han defendido a sobornados inventándose acuerdos entre privados… etcétera?

Se ve que Jaime Nebot no ha pensado en aquello. Porque hay en ese acuerdo fallido, que él sigue defendiendo, una pedagogía perversa para la sociedad. Si líderes como él y como Guillermo Lasso, entonces presidente electo, diluían los límites que estableció la sociedad luchando contra un autoritario y delincuente como Rafael Correa; y si lo hacían pactando con él, de dos cosas una: o ellos admitían no ser referente de nada ético en el país. O todo quedaba permitido en el país. Lasso, al retirarse de ese acuerdo envenenado, mantuvo el espacio ético sin el cual no habría podido pronunciar siquiera el discurso del 24 de mayo.

En cambio, Jaime Nebot sigue sin entender que la corrupción es, entre las pandemias, la que más puntos suma en el hartazgo nacional. Y que el país está saturado precisamente porque con gobiernos como el de Correa se aceleró la pérdida de límites. Eso explica las coimas, saltarse las filas, hacerse vacunar por fuera del turno, inventarse triquiñuelas para no pagar impuestos… O no diferenciar entre llevar un libro en un paquete o llevar en ese paquete un kilo de cocaína. La Policía conoce, en algunas zonas, ciudadanos que no discriminan y no creen, si llevan coca, cometer delito alguno.

Hacer política sin límites, es hacer política sin ética. Ese es un terreno abonado para que ocurra cualquier cosa. Por eso el país está como está.