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José Hernández | Ni un gramo más de poder

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Vive rehén de narrativas ficticias y oficiales y, en vez de oír persigue a sus críticos mientras se agravan los problemas

La goleada electoral del domingo no se puede explicar por el contenido de las preguntas. Tampoco por una supuesta defensa generalizada de la Constitución de Montecristi que ahora los correístas esgrimen como si fuera un tótem intocable. Esos resultados hay que analizarlos a la luz de lo que han devenido la mayoría de consultas en el país: un plebiscito sobre el mandatario que pregunta.

Eso sí entendió Daniel Noboa. El porcentaje de rechazo es tan alto que él y sus voceros se apuraron a admitir la derrota. Pero trataron de desligarla de la acción gubernamental arguyendo que solo eran preguntas sobre herramientas que necesitaban para ser más eficientes. Esa pirueta de mercadeo pretende solapar el mensaje político del electorado: un hartazgo visible sobre la ausencia de resultados ante los hondos problemas de inseguridad, desempleo, salud pública y corrupción que también envuelve la esfera oficial.

Encuestas amañadas, radios y medios digitales comprados, activistas e influencers aceitados para amplificar la propaganda, no pudieron confundir al electorado: Noboa quiso usar la consulta como instrumento para acumular más poder, neutralizar a sus competidores, acaparar con el correísmo la escena política y cimentar su estilo de gobierno autocrático. La respuesta que recibió del electorado es rotunda: ni un gramo más de poder.

Esta aplastante derrota ocurre apenas seis meses después de iniciada su segunda etapa gubernamental. Prueba de que, rodeado de áulicos, el presidente no aterriza en el país real. Vive rehén de narrativas ficticias y oficiales y, en vez de oír persigue a sus críticos mientras se agravan los problemas de los ciudadanos.

El malentendido de Noboa en su cargo dura desde que llegó a Carondelet, el 23 de noviembre de 2023. Su segundo triunfo no se debe a la buena gestión de su primer mandato. Ganó porque el país no quería que vuelva el correísmo. No lo entendió. Se envaneció y actuó como si los votos anticorreístas fueran suyos. Y lejos de dedicarse a administrar, se consagró a acumular poder. En esa lógica no exige resultados a sus funcionarios sino lealtad y sumisión. Eso explica por qué una buena mayoría de su gabinete sobra y autoridades, como Niels Olsen, se conducen como empleados de alguna de sus empresas. En muchos casos lo son.

Es indudable que el electorado mostró el domingo hartazgo ante la falta de gestión y de resultados incluso en seguridad; un tema bandera para el gobierno. Hartazgo ante la saturación de propaganda, la persecución de opositores y voces disidentes, el glamour de la familia presidencial que más parece monárquica y las muestras de arrogancia torpe y generalizada. Inés Manzano, por ejemplo, cometió la proeza de irritar casi toda la provincia de Azuay. Y ella no tiene el monopolio en esa materia.

La derrota política del domingo es más profunda de lo que parece. Todo el sistema creado por Noboa y sus activistas pagados entra en crisis. Reinventarse como dice uno de sus estrategas, parece cuesta arriba: implica para Noboa entender que debe dar resultados reales (no los que anuncia en sus cadenas insufribles), olvidarse de buscar el poder absoluto, respetar la ley y sus instituciones, gobernar apegado a los hechos y lejos de un aparato de comunicación ahíto de propaganda y dedicado a mentir. En definitiva, pensar en terminar decorosa y democráticamente su cuatrienio.

No solo Noboa tendrá que conectarse a un cable a tierra. El correísmo, que ahora celebra el No como si le perteneciera, ve sepultado el mecanismo que le quedaba para limpiar la hoja de vida de su líder, el prófugo de Bélgica: una constituyente. Esa realidad agravará la crisis interna, pues aleja la posibilidad política de que Rafael Correa eluda sus cuentas con la Justicia.

Una incógnita nace de esta consulta, y si fuera positiva la respuesta mostraría una señal de madurez en el electorado: ¿al fin entendió el país que los cambios favorables en su vida cotidiana no provendrán de aspirantes a dictadores, narrativas ficticias e incontables cambios en las leyes?