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Jorge Luis Jalil | ¿Primavera latina?

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Una eventual caída de Maduro sería un golpe letal para el castrismo y para el orteguismo

En los últimos años la presión de Estados Unidos sobre el régimen de Nicolás Maduro se ha intensificado, pero nunca antes pareció tan probable que esa presión desencadene su caída. Washington ha entendido que el modelo venezolano es más que un problema humanitario: es un actor geopolítico que sostiene las dictaduras comunistas de Cuba y a Nicaragua.

Hoy, a diferencia de épocas anteriores, las condiciones para una intervención -sea directa o indirecta- se han alineado. La crisis migratoria venezolana impacta a toda la región y a la propia frontera sur de Estados Unidos. La probabilidad de una acción militar ya no es una hipótesis lejana, sino una carta sobre la mesa.

Una eventual caída de Maduro sería un golpe letal para el castrismo y para el orteguismo. Cuba perdería su principal fuente de petróleo subsidiado y Nicaragua su sostén político regional. El efecto dominó, al estilo de la primavera árabe, podría inaugurar una auténtica primavera latina: pueblos que recuperan la libertad tras décadas de opresión, economías que vuelven a integrarse al sistema financiero internacional y sociedades que dejan atrás el exilio forzoso.

Los defensores del comunismo repiten el argumento del bloqueo como causa de todos los males. Pero la evidencia lo desmiente: la raíz de la miseria en Venezuela, Cuba y Nicaragua no está en las sanciones, sino en la corrupción, el saqueo y la represión sistemática. Ningún embargo impide a un régimen respetar derechos humanos, abrir mercados o garantizar elecciones libres.

La historia muestra que los valores de Occidente -democracia, libertad y prosperidad- siempre terminan imponiéndose frente a sistemas autoritarios que solo sobreviven a punta de miedo.

Si el colapso venezolano acelera ese desenlace en La Habana y Managua, estaremos ante la victoria simbólica más grande contra el comunismo en el hemisferio desde la Guerra Fría.

La pregunta ya no es si habrá un cambio, sino cuándo y con qué velocidad se expandirá. ¿Estamos cerca de nuestra propia primavera latina?