Columnas

Torquemadas del siglo XXI

"¿Pero qué dice también la ciudadanía, que permanece muda mientras se atropella a los demás?"

No es posible dejar pasar en medio del torbellino de hechos que nos afectan, sucesos que nos ponen en guardia sobre el deterioro ético y político del país, la impunidad en que vivimos y el silencio de una ciudadanía que privilegia chismes y no problemas de fondo. 

La semana pasada se ha amenazado a una de las distinguidas librerías del país, que vende libros y no solo “best sellers” y autoayuda; a su dueña, una de las más conocedoras del mundo editorial, solo por el delito de vender el libro Octubre. La democracia bajo riesgo, de María Paula Romo y de Amelia Ribadeneira. Asimismo, se ha hecho público, ojalá sea “fake news” y el interesado lo aclare, en nombre de la cultura ilustrada que representó tantos años, que la librería que él gerencia no va a vender ese libro por ser obra de la actual ministra de Gobierno.

Durante décadas, los pensadores representativos de la izquierda se preciaron de luchar por la libertad, la razón y el debate crítico. Por ello ejercieron en su tiempo tanta adhesión de poetas, escritores y pensadores. Estaban, por lo menos eso decían, en las encrucijadas de la historia, no para silenciar voces sino para dar vida al concierto. 

Desde el comienzo, por lo menos, la historia del “socialismo real” desmintió estas expectativas y las redujo a cero. Los intelectuales se volvieron empleados de los comisarios. Posteriormente, en Cuba, en Venezuela, en América Latina esta vocación de perseguidores del que piensa distinto se ha, por desgracia, reafirmado.

¿Qué dicen frente a hechos como estos los autodenominados “progresistas”, que defienden los derechos humanos con más fervor de convertido que razón? ¿Pero qué dice también la ciudadanía, que permanece muda mientras se atropella a los demás? 

Resulta por lo demás cansino y hasta ingenuo a estas alturas, seguir repitiendo las famosas admoniciones atribuidas erróneamente a Bertold Brecht de que primero vinieron por los judíos, luego por vecinos y al final, cuando no falta nadie, por uno mismo. ¿O creemos en el fondo que la razón, la ciencia y la ética son adornos del poder?