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Chile: las vueltas de la democracia

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Lo que sucede es que existe, lo que llama Carlos Peña, una “mayoría silenciosa”, la que “...mira el acontecer político a corta distancia sin comprometerse a corto plazo con él

¿Qué va a pasar en Chile tras las elecciones de ayer, cuando esta columna, escrita el viernes 17, aparezca publicada hoy lunes 19? Lo más seguro es que ni siquiera hoy lo sabremos con exactitud. Menos, así gane Kast o Boric, lo que pasará con ese país. ¿De dónde nace esta incertidumbre? De que, pese a las caricaturas, inútiles si se quiere entender la realidad de lo que pasa, si las elecciones del próximo domingo fuesen, como aseguran los comunicadores, ideológicas, existiría claridad. Un porcentaje definido contra otro porcentaje definido. Lo que sucede es que existe lo que llama Carlos Peña, una “mayoría silenciosa”, la que “...mira el acontecer político a corta distancia sin comprometerse a corto plazo con él”. “Esa gente corriente”, continua Peña, “es desapasionada y escéptica, toma rápida distancia de lo que, a veces, con razón, le parecen chifladuras”. En el momento de los hechos, en este caso ayer domingo, habrán votado a favor de lo que les parezca más conforme a sus intereses y no en nombre del “armagedón” ideológico que los candidatos, antes de primera vuelta armaron. Por supuesto, cualquiera puede resultar vencedor. Pero no por una militante identificación ideológica, sino por el doble juego de los malestares y de las expectativas. ¿Qué sucede entonces? La desconexión entre los políticos y los ciudadanos. En sociedades múltiples, los grandes relatos aglutinadores de las decisiones electorales de la gente se han debilitado, si no esfumado. Las protestas que degeneraron en vandalismo iniciadas en octubre de 2019 tuvieron al principio acogida. Había que cambiar el orden de cosas. Además, mucho malestar acumulado. De ahí el viraje hacia una constituyente fragmentada, de múltiples colores. Pero los desórdenes de las calles, los atropellos, la inseguridad en el norte y en el sur del país, ocuparon el primer puesto en las preocupaciones ciudadanas. De ahí, como hemos dicho, el apretado triunfo de Kast. Pero más allá de quién haya ganado ayer, el problema es que Chile entra en una etapa de sobresaltos hasta que se logre sintonizar los intereses, es decir las emociones, las aspiraciones de la gente y la gobernabilidad política. En este punto, una posición lo suficientemente flexible basada en la libertad y la eficiencia tiene más posibilidad de navegar sin encallar que otra utopista y resentida.