Joaquín Hernández Alvarado | Entre Teilhard de Chardin y Spengler

Solo una vuelta a los orígenes cristianos, a sus valores, puede dar vida a Occidente
En el reciente Encuentro Internacional Innovatec y Líderes Innovadores 2025, celebrado en las sedes de las universidades UEES y Ecotec en Samborondón, hubo ponencias y testimonios sobre inteligencia artificial, innovación, universidad y diagnósticos sobre la situación que vivimos a nivel mundial y regional. En encuentros de calidad como este, la atención no solo está dedicada a la técnica, sino a su interrelación con la vida, sobre todo donde hay espacios de reflexión de hacia dónde vamos. La conferencia magistral de Alberto Dahik Garzozi sobre liderazgo político latinoamericano fue un análisis ejemplar de nuestro tiempo y un cuestionamiento sobre lo que estamos haciendo. En esta oportunidad, Alberto dio muestras de su formación clásica universal: un economista que se mueve sin esfuerzo en todos los ámbitos del saber y no se queda recluido en los límites de su saber profesional. Alguien que entiende a la economía desde la historia, la cultura y todos sus elementos como la música, el arte, la religión y, en su caso, el cristianismo y todo lo que ha aportado a la civilización occidental.
Entre sus lecturas de juventud, que dejan tanta huella en la historia personal, Dahik leyó apasionadamente, como es su estilo, dos autores situados en los polos opuestos de la visión del mundo: el filósofo jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin y el historiador alemán Oswald Spengler. Teilhard respondía, en los años en que aparecieron sus principales libros, El fenómeno humano y El medio divino, al optimismo de la época que se pudiera sintetizar en el sentimiento de confianza en que la historia humana avanzaba, evolutivamente, hacia una conciencia universal en que Dios era la meta y el sentido. Spengler, en su clásico libro La decadencia de Occidente, publicado en 1919, señalaba que la cultura occidental se encontraba en una etapa de decadencia, típico de todas las culturas que atraviesan inevitablemente, como los seres humanos, fases de juventud, madurez y declinación.
El joven Dahik sintonizaba con el optimismo evolucionista de Teilhard, no con el pesimismo determinista de Spengler. El actual reconoce en los síntomas que vivimos mucho de las aseveraciones de Spengler, pese al tiempo transcurrido y, no lo dijo en su conferencia, poco del optimismo de Teilhard. Pero el cristianismo no es determinista. La redención rompió el fatalismo del tiempo clásico. Solo una vuelta a los orígenes cristianos, a sus valores, puede dar vida a Occidente.