Recede

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Al final, llegará el día en que el Estado que conocemos hoy en día recederá del todo y otras formas de organización más eficientes sustituirán sus falentes tentáculos.

Confieso que me produce una curiosa satisfacción cada vez que veo, aunque fuere solo en años bisiestos, situaciones que muestran un Estado recediendo.

El Estado recede cuando acepta, aunque no siempre de buena gana, que no puede ser eficiente con todas las tareas que tiene a cargo y devuelve al ciudadano la solución de sus problemas.

Cuánto estado prefieren unas y otras personas es una opinión muy personal. Para el pensamiento político occidental, la preferencia por más o menos estado ha sido instrumental incluso para distinguir ideologías. 

Pero basta ver la larga evolución del Estado nación original, aquel cuya razón de ser fue monopolizar legítimamente la coerción física, para juzgar menos por ideologías y más por conveniencia. Porque el actual Estado, hipertrofiado, garantista, omnipresente, le resulta conveniente a mucha gente: a más Estado, más interesados en que haya Estado.

No debemos confundirnos: los problemas que resuelve el Estado son problemas de la gente. Entregados a unos terceros para que los administren sin mayor brillo apoyándose en las desacreditadas instituciones del Estado, sí, pero son problemas que no pertenecen al Estado ni a esas personas. 

Tampoco pertenece al Estado la plata que administra. Aunque a veces la pueda utilizar bien, es difícil aceptar que en el largo plazo, administre mejor la plata de la gente que la misma gente.

Finalmente, la idea del Estado se volvió parte del paisaje. 

Pero la antropología muestra bien ver las infinitas formas en que las sociedades se han organizado a lo largo del tiempo, e incluso como han interactuado con sus innumerables formas de gobierno. Lo bueno de poner en perspectiva al Estado, es entender su carácter prescindible. 

Pensar que el Estado sí puede receder y que eso no significa necesariamente que se pierdan derechos o que decaiga la calidad de vida de las personas, solo requiere optimismo. 

Al final, llegará el día en que el Estado que conocemos hoy en día recederá del todo y otras formas de organización más eficientes sustituirán sus falentes tentáculos.