Columnas

¡Basta!

"Aun ante la tentación del camino fácil y del atajo ruin, el hombre debe elevarse y abandonar posiciones que puedan ofrecer un éxito efímero, pero eludir una gloria eterna"

Los acuerdos de Oslo fueron negociaciones y entendimientos que se realizaron en 1993 entre el Eretz Yishra’el, o el Estado de Israel, representado por su entonces primer ministro Yitzhak Rabin y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), representada por su extinto líder Yasser Arafat, con el fin de alcanzar la anhelada paz entre judíos y palestinos.

Ambos pueblos se sienten -con relativa razón- con derechos milenarios sobre los territorios donde se encuentran asentados, por lo que han llevado, desde la constitución misma del Estado de Israel en 1948, una suerte de guerra de guerrillas dolorosa y sangrienta. La firma del histórico acuerdo en Washington significaría que, al año siguiente, Rabin y Arafat se hicieran merecedores al premio Nobel de la paz en 1994.

En la Casa Blanca, con el presidente Bill Clinton como testigo, Yitzhak Rabin pronunciaría un corto pero emotivo discurso que conmovería la conciencia mundial con su célebre: ¡Basta!, refiriéndose a la cruenta hostilidad árabe-israelí. Aquel día, el otrora heroico soldado israelita se convertiría en un hombre de paz, evocando al “Libro de los libros”, el Libro del Eclesiastés 3 del Ketuvim o el Libro de los Escritos del judaísmo en sus versículos 1:8: “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo, tiene su hora: tiempo de nacer y tiempo de morir... tiempo de matar y tiempo de sanar... tiempo de llorar y tiempo de reír... tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz”. Damas y caballeros, -enfatizaría Rabin- ha llegado el momento de la paz”.

Al instante de escribir estas líneas, el candidato a la presidencia Guillermo Lasso Mendoza acogía el pedido de su contendiente, el candidato Yaku Pérez Guartambel, para abrir y revisar el escrutinio del reciente proceso electoral.

En un gesto inédito en la historia político-electoral ecuatoriana, Lasso, a pesar de haber ganado su pase a la segunda vuelta, estuvo dispuesto a encontrar opciones para levantar cualquier duda sobre la autenticidad del resultado electoral. ¿Por qué hacerlo? Muy sencillo; por mostrar un gesto de integridad y empatía; un ‘fair play’ que le dé legitimidad al proceso.

Aun ante las circunstancias más difíciles de la vida, el ser humano debe ser integro, debe ser y parecer honesto. Aun ante la tentación del camino fácil y del atajo ruin, el hombre debe elevarse y abandonar posiciones que puedan ofrecer un éxito efímero, pero eludir una gloria eterna. Porque no solo es cuestión de principios, sino que es cuestión de buscar esa anhelada convivencia en paz y libertad, como lo proclamara Yitzhak Rabin hace 28 años: “No tenemos deseos de venganza. No albergamos odio hacia ti. Nosotros, como tú, somos personas. Personas que queremos construir un hogar, plantar un árbol, amar, vivir junto a ti, con dignidad, con empatía, como seres humanos, como hombres libres. Hoy le estamos dando una oportunidad a la paz, y diciéndonos y diciéndote de nuevo: ¡Basta! Oremos por que llegue el día en que todos despidamos las armas. Deseamos abrir juntos un nuevo capítulo en el triste libro de nuestras vidas: un capítulo de reconocimiento mutuo, de buena vecindad, de respeto y entendimiento”.

¡Hasta la próxima!