Columnas

Acuerdos de Yalta

"Ya habrá tiempos para debatir y ventilar democráticamente las diferencias políticas. Ahora es el momento de la unión contra la tiranía que amenaza a todos"c

La Segunda Guerra Mundial fue un terrible conflicto bélico entre un grupo de naciones que buscaba someter al mundo bajo su dominio y los países que, teniendo capacidad de respuesta, simplemente se rehusaban a ser conquistados.

La alianza de naciones imperialistas se conocía como las potencias del Eje y eran principalmente Alemania, Japón e Italia, conocidas por el acrónimo Roberto por su eje Roma-Berlín-Tokio. Como contraparte se encontraban los Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y Francia, conocidos como los aliados o aquellos países que simplemente se resistían a ser invadidos.

Las potencias del Eje tenían gobiernos totalitarios -nazismo, fascismo o monarquía- donde el dictador, llámese führer, duce o emperador, eran considerados una suerte de divinidad, ungidos de poderes absolutos sobre el Estado y los individuos.

Estos dictadorcillos tenían mucho en común: eran vanidosos, desequilibrados y megalómanos. Llenos de una nefasta ambición por el poder, sus egos incontrolables los empujarían a una búsqueda enfermiza por “conquistar el mundo”, tal como lo soñaría a diario el ratonil Cerebro de la serie animada Pinky y Cerebro.

Los aliados eran naciones disímiles, con visiones diametralmente diferentes, pero con un objetivo fundamental en común: el derrotar al imperialismo del Eje. Así, ante la amenaza totalitaria, los aliados dejarían a un lado sus diferencias ideológicas porque, aunque importantes, se subordinaban a la tiranía de Hitler, Mussolini o Hirohito.

Terminado el escrutinio y definidos los candidatos que pasarían a la segunda vuelta electoral, quedarían como finalistas la alternativa que representa el colectivismo anacrónico de la “patria grande” y la opción que encarna la libertad individual con responsabilidad. Si bien es cierto que existe un 32 % de los votos válidos que sigue engatusado por la demagogia del populismo progre, también es cierto que existe un 68 % de los votantes que se rehúsan a someterse a un modelo totalitario y fracasado. Por consiguiente, es responsabilidad política de ese liderazgo que representa más de 2/3 partes de los ecuatorianos que buscan vivir en libertad y sin complejos, el deponer diferencias ideológicas en aras de combatir el despotismo.

Ya habrá tiempos para debatir y ventilar democráticamente las diferencias políticas. Ahora es el momento de la unión contra la tiranía que amenaza a todos.

En febrero de 1945, Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt, tres gobernantes con diferentes estilos y liderazgos, se reunirían en Yalta con el objetivo de terminar con los horrores del nazismo y reconstruir un mundo devastado por la barbarie, la vileza y la xenofobia. En Yalta se proclamaría “el derecho de todas las personas a elegir la forma de gobierno bajo la cual vivirán- y el restablecimiento de los derechos soberanos y de autogobierno a todos aquellos pueblos que le fueron privados por la fuerza por parte de las naciones agresoras”.

Ya va siendo hora de que los ecuatorianos, tal como lo anhelaran hace 77 años los aliados, recuperemos nuestro derecho a vivir en paz, en libertad, y unidos en la perenne y legítima búsqueda de la felicidad.

¡Hasta la próxima!