Alma, tradición y vida

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'La fiesta por excelencia conocida por sus excesos, sea en comida, bebidas, piropos, disfraces y alegría, es el carnaval'.

La cultura es el conjunto de formas y expresiones que caracterizarán en el tiempo a una sociedad determinada. Y Ecuador es un país de cultura con sus costumbres, creencias, prácticas comunes, reglas, vestimenta, religión, y rituales.

Nuestras tradiciones, que se mantienen de generación en generación, datan desde antes de la llegada de los españoles. Alfonso Ortiz Crespo nos cuenta que en las sociedades agrarias los ciclos de la naturaleza marcaban las actividades cíclicas de cada año.

Algunas de nuestras tradiciones se han visto afectadas a favor o en contra en el tiempo, sea porque en un momento se impulsó más hacia aquellas cristianas católicas, con matices propios de nuestro país, o por las prohibiciones que estableció la Revolución Liberal con castigos y sanciones para por ejemplo los pases del niño, o en 1868 cuando el Congreso dictó un decreto que prohibía el “salvaje juego” del carnaval, reemplazándose el huevo, harina y anilina por los cascarones con agua perfumada; o por la migración del campo a la ciudad, de tal modo que en 1960 la tercera parte de la población vivía en el área rural, y al 2020 el 76 % de la población vive en área urbana; o también por las nuevas tendencias alejadas a la fe católica que prohiben las imágenes de santos y vírgenes.

Muchas de estas fiestas tradicionales han sido declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador, como la Diablada Pillareña, en 2008; la fiesta mayor de los ambateños de las Frutas y Flores en el año 2009; el carnaval de Guaranda en el 2002; la fiesta de las octavas del Corpus Christi o del Danzante en Pujilí, en 2001; la Mama Negra en Latacunga, en 2005.

La fiesta por excelencia conocida por sus excesos, sea en comida, bebidas, piropos, disfraces y alegría, es el carnaval, aquella que tiene un origen cristiano, que marca el inicio de la Cuaresma, y en la que se desbandan los ciudadanos por tres días antes del tiempo de recogimiento y abstinencia marcado por el Miércoles de Ceniza, rito cristiano que consiste en poner una cruz en la frente con cenizas, recordando a los feligreses que “polvo eres y en polvo te convertirás”.

El carnaval lo celebran cristianos y no cristianos, porque se ha popularizado. Y somos tan creativos que varias ciudades hacen de este algo único: Ambato, Guamote, Guaranda, Cuenca, Machachi.

En el Palacio de Carondelet se acaba de inaugurar una muestra llamada Alma, tradición y vida, sobre las fiestas populares de nuestro país, que vale la pena visitar; porque el mundo sin tradiciones que se repitan de generación en generación sería uno sin cultura, sin historia, como en aquellos países donde el comunismo erradicó fiestas populares y castigó a sus ciudadanos a desconocer su herencia cultural. A más de que cada fiesta tiene un componente ambiental, donde se exaltan recursos naturales, donde se necesitan de ellos para armar la fiesta, donde se agradece la labor de la tierra, donde el sol y el agua se valoran.

No deje caer su identidad en el olvido, rescate este carnaval -y próximas fiestas- viviendo su significado, contándolo, porque como decía Antonio Machado: “en cuestiones de cultura y de saber, solo se pierde lo que se guarda; solo se gana lo que se da”.