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Valor

Avatar del Inés Manzano

En el caso de Lasso, hay factores a ‘grosso’ modo que demuestran una caótica manera de llegar a conclusiones de ciertos asambleístas

La política es apasionante cuando se ejerce en busca de un pacto común, en el que se ha establecido el bienestar del ser humano como prioridad para todos los diferentes grupos de poder; pero decepcionante cuando se utiliza para abonar a una crisis económica, social, de poderes, del narcotráfico y sobre todo una crisis de la razón y de valores.

En 1868 el presidente Andrew Johnson, sucesor de Lincoln, gobernó en una época donde los Estados Unidos debían salir adelante luego de la guerra civil. Sin embargo se opuso a otorgar derechos civiles a los esclavos liberados y ordenó devolver las tierras entregadas a sus antiguos dueños. El Senado estadounidense no se quedó indiferente y entre otras cosas, como hacer su propio plan de reconstrucción, había pasado la Ley de Tenencia de Mandato, en la que se prohibía al presidente destituir o despedir a los miembros de su gabinete sin aprobación del mismo Senado y hasta que este inclusive apruebe el reemplazo. Una intervención de un poder del Estado en otro de lo más burdo, así como la visión antihumana del mismo presidente.

Johnson, en total desacuerdo, removió del cargo a su secretario de Guerra cuando el Senado estaba de vacaciones. El desafío del presidente le valió el primer juicio político contra un presidente (tal vez el único símil con el juicio contra el presidente Lasso), que en marzo cumplió 155 años de haberse dado. El resultado fue que por un voto no procedió la destitución.

Ese voto fue de un republicano -contrario a Johnson- del estado de Kansas, Edmund Ross. Este narró el momento crucial del episodio con estas palabras: “Antes de votar vino a mi mente una impactante visión: el interior de mi tumba abierta, es decir, la conciencia de que esta vida en algún momento se termina y llega el momento de darle cuenta solamente a Dios”.

Ross previamente, cuando fue designado e interrogado explícitamente sobre su posición ante el juicio político había dicho: “Por lo que a mí respecta, y a pesar de que soy republicano absolutamente contrario a Johnson y a su política, lucharé para que su juicio sea tan imparcial como nunca se ha visto”.

En el caso de Lasso, hay factores a ‘grosso’ modo que demuestran una caótica manera de llegar a conclusiones de ciertos asambleístas, que evaden la lógica y la justicia, ni que decir la ética: acusado de peculado por un contrato otorgado 3 años antes de ser elegido presidente; luego le agregaron sal y pimienta al juicio soso e insípido estructuralmente.

Bernard Shaw afirmaba que es necesario despreciar a ese tipo de políticos que constituyen un conjunto de serviles contemporizadores, diestros solamente en el arte de mancillar su trabajo por dádivas económicas, o de corromper su actividad por oportunismos en la carrera profesional.

Soy de las personas decepcionadas por el actual Gobierno, pero que no pierdo de vista que la diferencia entre justo, legal y razonable está por encima del oportunismo y egoísmo. Es decir, sea lo que se piense y sienta como político, hay que separar de la decisión que viene de la conciencia (quien la tenga, claro está) que usualmente se alinea a la justicia. ¿Habrá un Ross ecuatoriano, que devuelva la integridad, razón, cordura y valor en la Asamblea?