“Los enloquecidos por el dinero”

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En esa época los que robaban no hacían alarde de sus ilícitos, había algo de vergüenza en ellos.

El año pasado se publicó en España: “Un pueblo traicionado. España de 1874 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social”, escrita por Paul Preston, historiador inglés que ha vivido medio siglo en ese país. Comienza la obra citando a Ortega y Gasset: “… el poder nacional siempre ha pensado en sí mismo”; cita a cronistas extranjeros que visitaron España en el siglo XIX: “La causa real y permanente de la decadencia de España […] es el mal gobierno” (Richard Ford) y otro “…un pueblo dotado de gran independencia de carácter se deja guiar por gobernantes corruptos y arbitrarios” (Gerald Brenan). Si en el título del libro se removiera el nombre de España y se sustituyera por Ecuador, Venezuela, Argentina u otros, parecería estar describiendo la misma situación que acontece en esas naciones. La obra tiene un mapa de los caciques políticos, sus caras, nombres, apellidos y actos de corrupción cometidos por ellos, comenzando por la corrupción en las elecciones, el enriquecimiento de políticos y contratistas. Nuestra herencia española es muy pesada.

Si escribiera sobre política publicaría una obra con el título “Un pueblo traicionado. Ecuador de 1961 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social”. ¿Por qué seleccionaría 1961? Porque fue el año en que Carlos Julio Arosemena Monroy acuñó su frase: “Los enloquecidos por el dinero”, refiriéndose a ciertos funcionarios del gobierno de José María Velasco Ibarra. En esa época los que robaban no hacían alarde de sus ilícitos, había algo de vergüenza en ellos. Para los años setenta la actitud empezó a cambiar.

En ese tiempo viajaba frecuentemente al exterior; al regreso de una de mis primeras salidas, en la sección aduana del aeropuerto me encontré con un vista aforador que estudió en el mismo colegio que asistí. Por años estuvo en el cargo. Lo veía manejar un automóvil Mercedes Benz. Con el crecimiento de la economía, la corrupción aumentó en frecuencia y cuantía hasta que en los últimos trece años hizo metástasis en gran parte de la sociedad ecuatoriana; su moral ha decaído progresivamente.