Columnas

Tabaré Vázquez o la austeridad

"Sobria ceremonia y por ello solemne la que despidió a Tabaré Vázquez en Montevideo"

Se la atribuyo ahora con motivo de su muerte pero fue la señal permanente de su vida, como es virtud común de muchos políticos uruguayos, tal cual Mujica o Sanguinetti, dados ambos, igual que su pueblo, a practicar la sencillez y el rigor. “Hay que vivir con código”, le gustaba decir al colega que ahora descansa en paz.

A Tabaré lo conocí en la Cumbre Iberoamericana de Chile, esa famosa por aquello del “¿por qué no te callas?” que el rey emérito de España: Juan Carlos de Borbón le espetó al entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, con gran angustia de José Luis Rodríguez Zapatero, quien trató de calmar gestualmente a su enardecido monarca.

En esa cumbre participó en representación de su país, Uruguay, el distinguido profesor, médico y político que acaba de morir. Dejó entre otras muestras de su honda aunque sencilla manera de entender y decir, una frase que es bueno recordar. Refiriendo la emergencia de gobiernos de “nuevo tipo”, respecto a lo cual muchos manifestaban cierta inquietud por lo infrecuente del hecho en la región, se refirió a ello señalando: “Lo que pasa es que cada vez más, los gobernantes se parecen a sus pueblos”.

Me impactó la frase y no me ahorré el comentario para mí mismo, recordando al prócer Artigas en momentos de inaugurar la biblioteca nacional en Montevideo: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.

Ojalá en el Ecuador aprendiésemos las lecciones de la austeridad, entendida repito, como sencillez y rigor. Ello no impediría ser cultos y hasta refinados. Por el contrario, serlo sin afectación es positivo. Tanto como aprender a disfrutar de lo bueno y lo hermoso. Pero sin pretensiones y fatuidades propias de los que tienen que fingir, aparentar, lo que no son o, en el otro extremo, haciendo gala de una vulgaridad que quieren convertir en mérito.

Es grato saber que al exintendente de Montevideo lo acompañaron expresidentes de diversas tendencias políticas y pronunciaron, sin egoísmo, elogios que el fallecido merecía.

Cuando acá seguimos en riesgo de elegir delincuentes, cabe destacar un ejemplo cercano de otro comportamiento.