Superar el desencanto...

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Si seguimos apesadumbrados estaremos armando una triste profecía que pronto se verá autocumplida.

...Desde el ejercicio de la ciudadanía. ¿Quién ha dicho que todo tenemos que esperarlo del gobierno?

Desde nuestro rol de mujeres y hombres libres debemos asumir las responsabilidades que nos tocan y, haciéndolo, comenzaremos a caminar en la dirección correcta.

La ejemplaridad no únicamente debe ser esperada desde lo público. Hay que estimularla también desde lo privado. Partamos en ese propósito predicando con el ejemplo. En la lucha contra la corrupción, por mencionar un tema sensible, no todo es cuestión de la administración de justicia. Cada ciudadano debería ser un luchador a favor de una ética que va desde el respeto a la luz roja de los semáforos hasta el entendimiento de la calidad de sagrado del patrimonio público.

Sé bien que se ha predicado toda una década en dirección contraria y ahora estamos sufriendo las consecuencias: se elevó “la sapada criolla” a categoría de teoría del Estado. Unos cuantos “listos” decidieron tomar a la nación como un botín y la asaltaron a su gusto, amparados por una gran complicidad sustentada en la corrupción y el miedo. Ahora, cuando el miedo parece superado, hay que terminar con cualquier indicio de complicidad. Hablar alto y claro dejando saber que no estamos dispuestos a permitir que la corrupción siga siendo sinónimo de actividad política. Por eso debemos estar vigilantes de lo que suceda con el tema Arroz Verde o el amarillo, el rojo o el azul. Este país no está en venta y tiene historia patria suficiente, de modo que intentar superar la actual crisis múltiple: ética, económica, política, social, cultural, educativa, ambiental, etc., no es una utopía, que tampoco sería detestable que lo sea; por el contrario, parte de lo que hay que hacer es construir una nueva utopía aterrizada, elaborada a base de un profundo conocimiento de la realidad nacional y su entorno internacional.

En definitiva, necesitamos volver a ilusionarnos con la construcción del futuro. Con realismo pero sin dejar de soñar en que todavía es posible rearmar una república a tono con los tiempos que corren. Esa es la tarea que ahora corresponde cumplir.