Columnas

¿Podremos ser un país desarrollado?

Aceptando que una buena educación es un factor clave para lograr el desarrollo, me permito llamar la atención sobre otras variables’.

Yo soy un optimista crónico pero tengo una cierta capacidad de observación que en ocasiones me lo arruina.

Me explico: a semejanza de casi todos los ecuatorianos (algunos tienen razones para no estarlo) estoy contento con los resultados de Tokio. Nos dejan varias lecciones importantes. Sin embargo, me inquieta que nuestros triunfos se da en los deportes individuales. Levantamiento de pesas, para citar lo más actual. Antes y ahora: ciclismo, que admito que requiere cierto trabajo en equipo pero es, sobre todo, esfuerzo individual, tal cual la marcha. (De fútbol no hablo estos días).

¿Por qué no somos buenos en los deportes colectivos? Se podría decir a partir de esta interrogante que eso sucede porque somos absolutamente individualistas. ¿Pero, y entonces, cómo es posible la perdurable vigencia de la minga, que viene de bien atrás, en calidad de hábito de realizaciones en grupo?

Por otra parte, creo firmemente en las posibilidades de lograr un cambio positivo. Recalco lo de positivo porque son absolutamente visibles los cambios negativos: escándalo diario por temas de corrupción, manipulación en la designación de autoridades de control, mafias con vínculos políticos que a cambio de votos garantizan impunidad y… no sigo para mantener la afirmación inicial: ser un optimista crónico (a ratos a punto de dejar de serlo).

Antes, para resumir, teníamos como lema, o tal vez como argumento para justificarlo, aquello de pobres pero honrados; ahora la consigna parece ser: pícaros pero ricos. Por supuesto, tal cual en el deporte, hay ricos por esfuerzo propio, sin sombras de bienes mal adquiridos; diría que hay ricos que no tendrán muchas dificultades para entrar al reino de los cielos.

Sin embargo, con únicamente esos bienes de fortuna no avanzaremos nunca hacía la conquista del desarrollo del conjunto, del país, dada otra certeza: mucho del dinero conseguido con inteligencia y dedicación está afuera. Los que han sudado su fortuna no confían en los que mandan, peor todavía, sufren de escalofríos frente a ciertos resultados como los del vecindario.

¿Así, podremos ser un país desarrollado?