El fin de las pestes

"No me referiré en este artículo a la peste que aún estamos sufriendo. Su fin, hasta el momento, es incierto".
No me referiré en este artículo a la peste que aún estamos sufriendo. Su fin, hasta el momento, es todavía incierto. Hablaré de dos pestes históricas que tuvo Guayaquil en su pasado, cuyo fin (de ambas) se dio durante un mes de mayo: la viruela y la fiebre amarilla.
A partir del desarrollo de una epidemia de viruela en el territorio de Nueva Granada, a finales del siglo XVIII, se creó la Real Expedición de la Vacuna, dirigida por Francisco Xavier Balmis. Con la expedición fueron embarcados un grupo de niños de entre los ocho y diez años de edad, que fueron vacunados en sucesivos pases a lo largo de la travesía, con objeto de transportar la vacuna de forma activa. En 1804, parte de la expedición se dirigió a Bogotá, Popayán, Quito y Guayaquil, donde se había presentado la enfermedad; sin embargo la expedición fracasó al encontrarse con piratas en la zona de Santa Elena, por lo que se desvío a Lima.
No fue sino dos años después, en 1806, cuando llegó a Guayaquil y empezó a inocular a los guayaquileños contra la enfermedad, a través de distintos intentos, algunos fallidos, por lo que recién el 23 de mayo de 1929 el último caso de esta enfermedad fue denunciado.
A comienzos del siglo XX, la fiebre amarilla era considerada endémica en Guayaquil. Sin embargo, no fue sino hasta en 1918 cuando el presidente Alfredo Baquerizo Moreno solicitó que la Fundación Rockefeller colaborara con el Departamento de Sanidad Ecuatoriana a fin de encontrar un remedio definitivo contra la epidemia. Esta institución designó al médico Miguel E. Connor y al bacteriologista japonés Hideyo Noguchi, quienes lograron separar el germen de la enfermedad, lo cual condujo a la inmediata elaboración de una vacuna y un suero curativo.
Finalmente, luego de casi doscientos años de lucha, mediante constantes campañas de vacunación, se controló la epidemia.
En informe de 1930 presentado por la Oficina Sanitaria Panamericana se indicaba que el 22 de mayo de 1929 se presentaba el último caso de fiebre amarilla de la ciudad de Guayaquil.