Hennebique y Guayaquil

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'Para comienzos de los treinta la construcción en cemento estaba plenamente generalizada en Guayaquil’.

En 1890 el constructor francés François Hennebique fundó La maison Hennebique, una gran organización empresarial a través de la cual empezó a implementar una red de oficinas técnicas y concesionarios en todo el mundo para la explotación comercial de su sistema de construcción en hormigón armado. Hennebique establecía que cada agente concesionario acreditado obtuviera la licencia para construir con el sistema en una zona o en un país determinado. 

En 1903 se abrieron las concesiones de Praga, Varsovia, Boston, Johannesburgo y Guayaquil, que se sumaban a las ya existentes en otros países del mundo, entre los que se incluía a México, Venezuela y Uruguay. Uno de esos agentes concesionarios era el ingeniero venezolano Francisco Manrique Pacaníns, discípulo de Hennebique, quien había recibido la autorización para utilizar el sistema tanto en Caracas como en Guayaquil.

Como consecuencia del Gran Incendio de 1896 la Cárcel Pública Municipal, construida por el italiano Rocco Queirolo e inaugurada diez años antes, sufrió graves afectaciones, por lo que en 1902 se contrató a Manrique para su reconstrucción, quien la hizo con el sistema de hormigón armado Hennebique. Manrique lo utilizó nuevamente en la iglesia de San José en 1905 y en otras edificaciones de Guayaquil, ya que las ordenanzas de esa época exigían que los edificios públicos debían ser construidos con materiales incombustibles.

Entre 1904 y 1914 ese sistema fue utilizado en diferentes proyectos en el Ecuador, entre otros: puentes ferroviarios para las minas de Zaruma en 1904, la ampliación de planta de la cervecería en Guayaquil en 1906, los cimientos del Mercado Sur en 1905 y las bases del monumento a Antonio José de Sucre en 1907.

Para comienzos de los treinta la construcción en cemento estaba plenamente generalizada en Guayaquil. La resistencia que el nuevo sistema constructivo presentaba ante el fuego y su posibilidad para desarrollar obras arquitectónicas más altas y complejas posibilitó que rápidamente fuera utilizado y asimilado como distintivo de la modernidad.