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Florencio Compte: Necesitamos más áreas verdes

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Por la plaga que afecta al arbolado, la inexistencia de un plan de arborización y el riesgo de destrucción de áreas protegidas se irá incrementando

Estamos en plena temporada ‘invernal’ y en ciudades de nuestra costa, como Guayaquil, hay la percepción de que cada año el calor se incrementa. Es sabido que hay factores externos, como el cambio climático, que han determinado que la sensación térmica aumente a medida que la ciudad se expande, pero hay, también, factores internos, que pueden ser controlados con planificación y que inciden sobre este problema, como la falta de áreas verdes.

Se sabe que hay un incremento significativo de la temperatura dentro de las ciudades entre las superficies verdes y las artificiales por factores como el asfalto, los edificios y el trazado vial, que modifican el balance de radiación entre el suelo y el aire, y que afectan al bienestar y a la salud de los habitantes.

Según la última cifra conocida, Guayaquil tiene apenas 1,13 m² de áreas verdes por habitante, sin considerar las grandes extensiones verdes en áreas periféricas a los asentamientos, dentro de los límites cantonales, que son pulmones urbanos, pero no accesibles. La plaga que afecta al arbolado de Guayaquil, la inexistencia de un plan agresivo de arborización y el riesgo constante de destrucción de áreas protegidas, como Cerro Blanco, nos harían pensar que, en lugar de solucionar este déficit, este se irá incrementando.

Entre los beneficios que nuestra ciudad obtendría al incorporar masivamente árboles y áreas verdes, además de embellecer las ciudades, es poder bajar la temperatura del aire entre dos y ocho grados -como lo ha logrado Medellín luego de un plan agresivo de siembra de un millón de árboles y de creación de 30 corredores verdes-, reducir la contaminación del aire, regular el flujo y mejorar la calidad del agua, mitigar el cambio climático, reducir las necesidades de aire acondicionado hasta en un 30 %, mejorar la salud de los habitantes, además de proporcionar hábitat, alimentos y protección a plantas y animales, aumentando la biodiversidad urbana.

Es hora de pasar de acciones aisladas de siembra de árboles a programas agresivos y masivos de arborización. Por el bien de la ciudad y sus habitantes.