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La sombra

Avatar del Fernando Insua Romero

No acabemos nuestra historia como nación, convertidos en un santuario del miedo bañado en ríos de sangre

¿Quieren leer cómo suena la violencia descrita desde la violencia?, pues sería muy complicado describirla sin censura, pero sería algo así: “Ataca al paco represor, se lo merece’’, ‘’estos revoltosos hay que hacerlos desaparecer’’, ‘’ te mato si no te bajas con todo’’, ‘’bájate al peluconcito’’, ‘’ te odio por pobre’’, ‘‘deja que se mueran igual se están matando entre ellos’’.

¿Les suena familiar?, pues así actuamos cuando ejercemos la violencia, no me excluyo, ni te excluyo. El error de nuestra sociedad es sentir que la violencia es ajena, hasta el día que toca a nuestra puerta y la bala de aquella ruleta rusa juega en nuestra contra sintiéndola en carne propia desacomodándonos el alma o llevándosenos la vida.

Vivimos en un sistema de violencia estructural donde las necesidades básicas humanas no son cubiertas como se debería y donde las libertades y el imperio de la ley se aplican, en el mejor de los casos, a medias.

Siendo este un ambiente ideal para que la narcoviolencia, la violencia política, el terrorismo, la delincuencia y el maltrato doméstico puedan florecer impunemente.

Es en ese hábitat donde la ‘’sombra’’ que habita en nosotros mismos puede manifestarse de la peor manera. ‘’Sombra’’ que Carl Gustav Jung describía como aquella parte de nuestra personalidad de la cual no somos conscientes y que alberga todos los instintos que no queremos ver y que son proyectados hacia los otros para así justificar y encausar nuestra agresión.

La sombra no tiene que ser negada, hay que aceptar que existe para evitar que se manifieste, parafraseando a Jung: ‘’lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma’’.

Hay que canalizar esa energía desperdiciada hacia las tareas que edifican nuestra estructura social, recordándonos que debemos luchar contra nosotros mismos para recordarnos que cada paso que damos tiene un efecto de cascada en nuestro país. Hay que movilizarse masivamente para rechazar la violencia venga de donde venga, para así quitarnos de la mente que la violencia es un instrumento de logro político, social o económico. No acabemos nuestra historia como nación, convertidos en un santuario del miedo bañado en ríos de sangre.