Fernando Insua Romero | 25 años de Parque Garza Roja
Hoy celebramos este aniversario no como un cierre, sino como un comienzo
“Soy el poeta de las garzas…”, escribió alguna vez Ramón Sonnenholzner mientras miraba el Daule y dejaba que el viento le dictara los sueños. De esa frase -apenas un susurro que parecía no pedir nada- nació un territorio entero: un lugar donde la imaginación dejó de ser promesa para convertirse en destino. Así comenzó la historia de Parque Garza Roja, ese rincón improbable que durante 25 años ha sembrado cultura, identidad y esperanza en toda una región.
Cuando Ramón imaginó este proyecto lo hizo como quien escucha una voz antigua: la del sembrador. Ese poema que dice que “hay que vivir sembrando, siempre sembrando”, se convirtió en brújula. Sembrar cultura -la más frágil y a la vez la más poderosa de las siembras- implicaba apostar por algo que no se ve de inmediato, pero cuya cosecha marca generaciones. En aquellos primeros días, el parque era apenas un sueño trazado en la tierra; hoy es un universo completo donde niños, jóvenes y artistas descubren que la crea puede cambiar la vida.
Garza Roja no solo formó público: formó personas. Para muchos, fue la primera vez que un pincel se convirtió en posibilidad; la primera vez que el teatro fue un hogar; la primera vez que el arte dejó de ser un misterio reservado para otros. Y para quienes pasaron años dentro de sus talleres -como me ocurrió a mí-, significó encontrar amigos, maestros, senderos invisibles y certezas profundas: que uno puede alejarse de los lugares, pero los lugares que te transformaron no se alejan jamás de ti. Porque Garza Roja es eso: una transformación permanente. Un cuarto de siglo de luz, de voces, de risas, de árboles que han visto crecer a niños que hoy son artistas, gestores, docentes, soñadores. Son 25 años en que Ramón, con su terquedad luminosa, demostró que las utopías no se declaman: se construyen.
Hoy celebramos este aniversario no como un cierre, sino como un comienzo. Porque la semilla sigue viva, la tierra está fértil y el sueño continúa en cada joven que cruza sus puertas.
Garza Roja cumple 25 años recordándonos que sembrar cultura es sembrar futuro, y pocas siembras dejan una huella tan honda y tan eterna.