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Vacunas y restricciones

Avatar del Fernando Cazón

El problema y la solución no radican en prohibiciones sino en disciplina y mientras eso no cambie, seguiremos igual

Durante años, los padres ecuatorianos hemos llevado a nuestros hijos durante su primer año de vida a los subcentros de salud para cumplir con el esquema de vacunación. Jamás se escuchó a un padre preguntar a la enfermera qué vacuna le pondrían a su pequeño, su procedencia o nivel de eficacia. Nuestra única responsabilidad el día del pinchazo era sostener fuertemente a nuestro hijo para que no se moviera mientras lo inmunizaban. Pero con la aparición del coronavirus muchos nos convertimos en peritos en vacunas. Cuando empezaron los procesos de vacunación a nivel mundial los ecuatorianos lanzamos el grito de auxilio porque no llegaban las dosis salvadoras al país, y cuando empezaron a llegar la queja era que la cantidad de vacunas alcanzaba solamente para unos pocos. Cuando el Gobierno por fin pudo dotarse de vacunas necesarias para toda la población, aparecieron los selectivos que con su PhD en medicina con mención en vacunación decidieron rechazar ciertas marcas porque “no cumplían sus expectativas”, y también los que por creencias o escepticismo decidieron no inocularse.

Lo cierto es que con la aparición de cada nueva variante del coronavirus el mundo se pone de cabeza. Los contagios y muertes a causa de COVID en nuestro país siguen preocupando. Y con la llegada de ómicron volvieron las restricciones: reducción de aforos y presentación del carné de vacunación con esquema completo para entrar a casi todos lados, poniendo así en jaque a todas las personas que por una u otra razón aún no reciben sus vacunas.

Pero el problema con cada nueva variante no solo radica en quiénes se vacunaron o no, ni en el tipo de restricciones que aparecen con los incrementos de casos de contagiados. De nada sirve limitar el aforo en un restaurante o un centro comercial, si para llegar a esos lugares debemos tomar la Metrovía, donde el aforo limitado existe solo en teoría, como si el virus no pudiera proliferar y expandirse ahí. Es inútil pedir un carné de vacunación porque eso no exime de estar contagiados al momento de entrar a cierto lugar. El problema y la solución no radican en prohibiciones sino en disciplina y mientras eso no cambie, seguiremos igual.