Ernesto Albán Ricaurte | Constituyente: apuesta doble
Lo que se decide no es únicamente si habrá o no una Constituyente
Las consultas populares suelen prometer claridad: una pregunta, dos casilleros. Esta vez domina la incertidumbre. El país decidirá si abre la puerta a una Asamblea Constituyente sin conocer cuál es la visión ni qué pretende hacer el Gobierno con ese poder.
La primera apuesta es la de la ciudadanía. Se le pide autorizar un proceso para reescribir las reglas del Estado sin un mapa mínimamente detallado. No hay una posición oficial que explique qué artículos se tocarían, cuáles se preservarán ni qué modelo institucional se persigue. Se ofrecen salidas a la inseguridad, al desempleo y al bloqueo político, pero el contenido verificable de las posibles reformas permanece difuso. El elector no vota sobre un proyecto, sino sobre una promesa.
La segunda apuesta es la del Ejecutivo. Al impulsar la Constituyente, parte de la premisa de que podrá conducir una mayoría y fijar la agenda. Sin embargo, según el estatuto de funcionamiento, las decisiones requieren dos tercios de los miembros. En ese marco, el correísmo no controlará la Asamblea, pero sí se vuelve actor indispensable para cualquier decisión: una minoría de bloqueo con capacidad de imponer condiciones, ralentizar tiempos y encarecer cada acuerdo. La herramienta pensada para el oficialismo puede convertirse en una mesa donde sus adversarios negocien el precio de cada avance.
Esa es la esencia de la apuesta doble: la ciudadanía entrega un mandato amplio sin saber exactamente para qué, y el Gobierno activa un proceso que puede terminar condicionado por quienes hoy critica con más fuerza. No es solo un debate jurídico sobre mecanismos de reforma; es una apuesta política de alto riesgo, con costos potenciales en tiempo, gobernabilidad y confianza.
Lo que se decide no es únicamente si habrá o no una Constituyente. Se decide si aceptamos ingresar en un proceso incierto confiando en actores que tampoco controlan del todo el desenlace. A esta hora, la única decisión es cuánta incertidumbre estamos dispuestos a autorizar y cuánto riesgo decidimos poner en manos de otros.