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SuperCías: sillón vacío

Avatar del Eduardo Carmigniani

La -al menos- incompetencia es manifiesta. Qué pase en el juicio político, no sé. Pero si sé que hoy hay, en el otrora respetado ente de control, un sillón vacío de autoridad

No tengo cómo anticipar el desenlace del juicio político iniciado al superintendente de Compañías, señor Anchundia. Pero no tengo duda de que el ‘affaire’ Ecuagran lo ha desprovisto de toda autoridad, no la formal, sino la de la tercera acepción del diccionario de la RAE (“Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”).

Y es que ya no se trata, solamente, de que no haya reaccionado con energía enjuiciando por injurias o al menos destituyendo al liquidador de Ecuagran -nombrado por la misma Superintendencia- por andar diciendo públicamente que el último atraco alrededor de esa compañía pudo darse, ya porque quien en definitiva la controlaba le “daba órdenes a Anchundia” (entrevista del 7 septiembre de 2021 en radio Centro Ecuador, 97.7 FM, Quito), ya porque “El títere de la banda era el superintendente” (tuit del 2 de octubre de 2021).

No. Ya no se trata hoy solo de eso.

Resulta que con comunicado SCVS 2021.002 (anunciado en Twitter el 28 de septiembre de 2021), con su propia boca la Superintendencia ha confirmado que el levantamiento de la intervención de Ecuagran en septiembre de 2019 (hecho con el falso argumento de que ya dizque había “pagado” facturas truchas por más de veinte millones de dólares, y con el declarado propósito de que emita nuevas obligaciones a ser vendidas en el mercado de valores por quince millones más), resultó en un nuevo desfalco que solo a la, digamos, distraída autoridad de “control” le fue imposible prever: según el susodicho comunicado, “Solo el 14,53 % del total colocado” fue usado para los fines declarados en esa emisión de obligaciones. Pero eso no es lo peor. Un 61,5 % fue entregado a su controladora, Delcorp, en clarísima desviación de fondos que, nuevamente, a la despistada Superintendencia le resultó imposible prever. Como si de un terremoto se tratase.

La -al menos- incompetencia es manifiesta. Qué pase en el juicio político, no sé. Pero si sé que hoy hay, en el otrora respetado ente de control, un sillón vacío de autoridad.