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Eduardo Carmigniani | El agencioso señor Gaibor

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Además del delito, aquí hay un claro responsable político: el señor Godoy

Estamos en vísperas del Día de Santos Inocentes. Y en armonía con eso vamos entonces a suponer que el señor Godoy, presidente del Consejo de la Judicatura, nada tuvo que ver con la “conversación” que el señor Gaibor -director del mismo Consejo en Pichincha- tuvo con el juez Serrano, intentando influir en favor del serbio acusado de lavado de activos. Y vamos también a suponer que esa conversación la tuvo el señor Gaibor sin saber que el serbio del cuento había sido cliente de la esposa del señor Godoy, precisamente en ese mismo caso. Y añadamos, para mayor ingenuidad, que tampoco el señor Gaibor sabía mayor cosa del asunto del lavado de activos del serbio, sino que abogó en su favor ante el juez, digamos que solo como oficioso ganapán (y no por bienmandado).

El problema es que, aun asumiendo todas aquellas ingenuidades, el señor Gaibor interfirió ilegítimamente en la libertad de actuación de un juez, intimidándolo. Esa obstrucción a la justicia tiene pena de hasta siete años de prisión (COIP, art. 270.1), como conoce perfectamente Wilman Terán, condenado por eso. Su renuncia no borra la falta y ya veremos cómo termina actuando la Fiscalía, que ha anunciado que ha abierto una investigación por un delito menos grave, el de tráfico de influencias, sancionado con pena menor que el de obstrucción a la justicia (COIP, art. 285).

Pero dejemos las ingenuidades a un lado. Además del delito, aquí hay un claro responsable político: el señor Godoy. Y su permanencia en el Consejo de la Judicatura, más allá de fingidas licencias, es un sonoro bofetón que la dignidad nacional no puede seguir tolerando impasible. Ese cáncer debe ser extirpado de inmediato, so pena de que el Ecuador se convierta en una nación muerta en vida.

No se puede entonces esperar hasta que recién el 5 de enero la Asamblea se digne recibirlo, muy conveniente plazo que apunta a que la inveterada amnesia colectiva del paisito tape las cosas. El señor Godoy debe renunciar de inmediato. Y el señor Suing debe tener la dignidad de proponer, en su reemplazo, ahora sí solo a gente intachable.