Columnas

Principios inclaudicables

Mientras en el Vaticano el Papa aboga por un salario universal y la reducción de la jornada laboral, en Ecuador, el gobierno de turno propone todo lo contrario, como, por ejemplo, subir la jornada de trabajo de 8 a 12 horas, eliminando y reduciendo derechos adquiridos, contrariando lo que manda la Constitución.

Simplemente, no puede existir discriminación entre iguales, pues la Constitución dispone como premisa fundamental la igualdad ante la ley. En ese sentido ha sentenciado la Corte Constitucional, cuando declaró inconstitucional aquella injusta distinción entre las madres del sector público que tienen 12 meses de período de lactancia luego de sus 12 semanas de licencia por maternidad, versus las madres del sector privado, que tenían 9 meses. Ahora ambas, tienen el mismo derecho, es decir 12 meses, pues todas somos iguales ante la ley.

Cuando el Papa ora y pide por que los gobiernos y políticos, se cuiden de “escuchar solo a las élites económicas”, aquí el gobierno presta oídos para su proyecto al anhelo soñado de los empresarios, vulnerar los derechos laborales, flexibilizando y precarizando.

No se justifica que, producto de la inexperiencia, improvisación e increíble prepotencia, ahora escuchemos del presidente decir que, hubo errores en su Ley de Oportunidades, que “es inaceptable pensar que un trabajador le dé una compensación al empleador”, en caso de ser despedido. Pero resulta que ese tipo de fallas están por todo el proyecto , vulnerando derechos constitucionales.

En sus planes de gobierno durante la campaña electoral, Pachakutik nos prometió “reformas legales para garantizar los derechos fundamentales de trabajadores”, y la ID “garantizar los derechos laborales del ciudadano”; en ningún lugar de sus propuestas y ofertas nos dijeron que nos quitarían o menoscabarían nuestros derechos laborales, por lo que no preveo cómo con “los diálogos con el Ejecutivo” puedan cambiar sus promesas para dar paso a la vulneración de derechos que nos prometieron proteger. Los principios no se negocian, son inclaudicables para los hombres e instituciones de bien.