Columnas

Chuchaqui electoral

No queda más que confiar en la vieja frase de que la esperanza es lo último que se pierde

Felizmente, ya pasó el mal rato junto a los videos de TikTok, los bochornosos bailes, canciones y shows perpetrados desvergonzadamente por casi todos los candidatos. Ahora sí, toca asumir nuestros errores y reflexionar sobre la falta de criterio y unidad. ¡Qué pena por esas grandes ciudades que hipotecaron su futuro eligiendo personajes que no están a la altura de sus necesidades!

Una lástima por quienes no tuvimos a nadie que nos represente en las papeletas; es nefasto tener que anular el voto o seguir escogiendo dentro de todos, el mal menor.

Quizás muchos de los buenos profesionales no se postulan por el estado de podredumbre en el que se encuentra nuestra política. Es conocido que buena parte de los candidatos no lo hacen con el afán de servir, sino de robar y enriquecerse a sabiendas de que en Ecuador prolifera la impunidad, pues hasta ahora no he visto a ninguno de los ladrones ser traídos del cogote.

Ahora les toca a todos los elegidos cumplir con sus ofertas electorales. Asimismo al Gobierno actuar conforme a los resultados obtenidos en la consulta popular.

Esperemos que el Ejecutivo, una vez terminado todo el alboroto electoral, comience a recuperar lo robado, para darnos a los ecuatorianos la esperanza de que después de este proceso algo cambió. Es hora de que empiece a extirpar de sus entrañas a los deshonestos. Es tiempo de dejar la soberbia, y por el bien de los ecuatorianos, escuchar las denuncias en contra de los funcionarios corruptos. Nadie en su sano juicio quiere que el presidente fracase. El éxito de usted, señor presidente, es el éxito de todo el Ecuador.

Tremendo chuchaqui electoral el que sufrimos buena parte de los ecuatorianos luego de recibir los resultados electorales, estoy convencida de que mis compatriotas no aprenden de los errores del pasado, somos parte de un círculo vicioso y masoquista del que no podemos escapar.

Algún día tendremos que aprender a escoger a nuestros gobernantes. No queda más que confiar en la vieja frase de que la esperanza es lo último que se pierde.