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Asamblea traviesa

Avatar del Diana Acosta

Entren a un proceso de autodepuración y pónganse a trabajar, que no les pagamos solo por chatear

El poder Legislativo es el órgano encargado de fiscalizar y producir las leyes que nuestro país necesita. Debe seguir un calendario de actividades y desarrollarlas eficientemente, junto a las tareas recurrentes que demandan sus responsabilidades. Lastimosamente, eso no se cumple. La Asamblea nos tiene acostumbrado a ser noticia, pero no por sus buenas acciones, sino por las prácticas ilícitas de algunos de sus miembros, como el cobro de diezmos a colaboradores, coimas, ofrecimiento de cargos públicos, entre otros. Incluso se ha llegado al allanamiento de sus dependencias por las investigaciones de la Fiscalía.

Esta Asamblea nos ha resultado bastante traviesa, muy similar a la anterior, que poco o nada hizo para cumplir con las obligaciones que el pueblo le encargó con su voto. Este organismo no deja sus malas mañas y por ello no sorprende el paupérrimo 16 % de aceptación. Pero sí me resulta lógico observar una similar actuación de los asambleístas entre un período y otro, debido a que todos ellos fueron engendrados en los vientres de los movimientos y partidos políticos de siempre, que cada cuatro años paren candidatos que llevan genéticamente impregnado su consabido ‘modus operandi’. Eso explica por qué las fechorías se repiten, cambiando únicamente sus actores.

Ni hablar de la escasa producción de leyes, van a paso de tortuga con esa tarea. La comisión que destaca es la de Fiscalización, que, a los ojos del pueblo parece ser la que trabaja, con dos sonados juicios políticos y varias investigaciones en curso por corrupción en la función pública. No es raro que debido a su baja aceptación, el presidente de la República los reprenda fuertemente, manifestando que si no le aprueban las leyes que requiere, las tramitará a través de una consulta popular, incluso llegando hasta la muerte cruzada. Lo único cierto es que esta no solo es solo una Asamblea dispersa, sino también una gran chateadora, amarradora y pretenciosa del reparto de cargos públicos.

Entren a un proceso de autodepuración y pónganse a trabajar, que no les pagamos solo por chatear.