Diana Acosta: Barbas en remojo
Ninguna reforma económica, sea liberal o no, puede construirse sobre la erosión de la dignidad humana
La reciente victoria electoral del presidente Milei es un voto de confianza en su gestión; sin embargo, hay un porcentaje considerable de la población que no coincide con todas sus propuestas, en especial con su reforma laboral, que ha suscitado un amplio debate nacional.
Si bien el gobierno de Milei apostó por un modelo liberal que prioriza la libertad de mercado, tiene políticas que han pretendido vulnerar derechos fundamentales, como los laborales, y desmantelar conquistas históricas del derecho del trabajo argentino. La flexibilización laboral, el despido sin causa y la desprotección sindical no son necesariamente herramientas de “eficiencia”, sino un vuelco hacia la precariedad.
Distinguidos laboralistas de la Universidad de Buenos Aires lo advirtieron: las reformas laborales planteadas son inconstitucionales, pues violan convenios internacionales suscritos con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y atentan contra la dignidad del trabajador. Frente a ello, la realidad: la informalidad aumentó y la desigualdad se profundizó.
Argentina tiene una rica tradición laboral jurídica que la convirtió en un pilar de la justicia social en Iberoamérica; pues sin derechos laborales, no existe libertad, sino sometimiento.
El presidente argentino pasó angustias antes de que estas elecciones terminaran; no obstante, con estos resultados electorales, logró salvar el costo político de pretender anular derechos laborales, eliminar indemnizaciones, no pagar horas extras e implementar un salario flexible o “dinámico”.
Ninguna reforma económica, sea liberal o no, puede construirse sobre la erosión de la dignidad humana, pues ninguna verdadera revolución destruye derechos, los amplía.
La OIT afirma que el trabajo no es una mercancía, sino una actividad digna y, por ello, la flexibilización laboral no puede pagarla la clase trabajadora.
Como abogada laboralista, rechazo que los derechos laborales se traten como “variables sacrificables”, pues, a la larga, estas políticas erosionan y lastiman profundamente el respaldo popular. ¡A poner las barbas en remojo!